Viaje a la Editorial Magallánica. Segunda parte. [Por Víctor Hernández Godoy]

30 de abril de 2022

Uno de los problemas más difíciles de resolver para los escritores es concretar la impresión de sus obras; la publicación de un libro es un momento sublime para cualquier autor, independiente si se trata de un literato reconocido o de algún escritor novel que se inicia en la actividad literaria.

Aquel sentimiento no ha cambiado un ápice, incluso en esta época de acceso a la información instantánea que ofrece Internet, los celulares con sus infinitas aplicaciones y las posibilidades de publicar distintos contenidos en formatos digitales. Pese a todas las transformaciones que han modificado la industria editorial en el último tiempo, las expectativas y las emociones que genera la publicación de un libro se mantienen incólumes.

Sin embargo, pareciera que, pese a todos los avances tecnológicos experimentados en las últimas décadas, muchos de los problemas inherentes a la difusión de una obra literaria, la edición, los derechos de autor, la distribución y su comercialización, permanecen intactos al igual que hace cuarenta años o más.

No cabe duda, que tanto los integrantes del Directorio como los miembros de la SECH Magallanes, realizaron diversos cuestionamientos de este tipo antes de poner en marcha la Editorial Magallánica en 1982, en un momento en que la dictadura cívico militar entronizaba su proyecto económico neoliberal, combinado con una fuerte represión de las libertades civiles.

Los escritores magallánicos estaban conscientes del riesgo que significaba publicar textos ante la mirada de un régimen que podía impugnar los escritos o censurarlos. La SECH Magallanes mantuvo durante esos años (1981-1985) una férrea organización, con Marino Muñoz Lagos dirigiendo el Directorio con mano de hierro.

Ya en 1983 ocurrieron importantes celebraciones. El 12 de septiembre, se inauguró el Centro de Escritores Natalinos “Cornamusa”, que tuvo a Ricardo Damm, Jaime Gutiérrez y Jorge Díaz Bustamante, entre sus fundadores. En aquel grupo, destacaban las poetisas Jean Mary Lindford, Marcela Muñoz Molina, Katherine Kingma y el vate Pablo Antonio Maceo. “Cornamusa” hizo su estreno con la presentación del primer número de la revista mimeografiada de dicha agrupación y el lanzamiento del libro – reportaje de Eugenio Mimica Barassi, “Travesía sobre la cordillera Darwin”.

La formación de este centro literario generó cierto revuelo en Última Esperanza. De este modo, los días 4, 15 y 16 de octubre se efectuó en Puerto Natales el Primer Encuentro Regional de Escritores de Magallanes, que tuvo varios hitos significativos. Se procedió a elaborar un documento de veintidós puntos, que, en lo medular, buscaba generar distintas actividades literarias de la SECH Magallanes en la provincia de Última Esperanza, promover la visita permanente de escritores a Puerto Natales, además de incluir a literatos natalinos en el Suplemento Literario que editaba la SECH y estudiar la publicación de autores natalinos en la Editorial Magallánica.

Este último punto resultó esencial para favorecer a Osvaldo Wegmann con la impresión de lo que a la postre se convertiría en su último libro editado en vida; el conjunto de cuentos, “El Cementerio de los Milodones”, el que reúne doce narraciones: “¡No te abandonaremos!”, “En busca de Thomas Gold”, “La Horma de su zapato”, “El rey del monte”, “Cuatreros Fallutos”, “La Vasca”, “El guaterito”, “El jardín en el puesto”, “La venganza del chilote”, “Palenque no era malo”, “El último perro” y el relato que abre el volumen y entrega el título al libro.

“El Cementerio de los Milodones” se terminó de imprimir en los Talleres Gráficos que la Imprenta Marangunic tenía en su local de Zona Franca, el 12 de septiembre de 1984. La aparición de este libro, supuso un éxito de crítica y de ventas y un estímulo en lo personal para su autor, ya que en 1985 obtuvo el Premio Municipal de Literatura de Santiago en el género cuento. Fue una de las últimas satisfacciones de Osvaldo Wegmann que comenzaba a experimentar los primeros síntomas de una dolencia a la garganta, enfermedad que, en menos de tres años, terminaría por arrebatarle la vida.

En diciembre de 1985 fue elegido un nuevo directorio para la SECH Magallanes. Eugenio Mimica Barassi asumió la presidencia de la institución, secundado por Alexis Andrade Dobson en la vicepresidencia, María Cecilia Cerda como secretaria y Eliana Yáñez Eterovich en la tesorería.

La nueva administración asumía sus cargos a sabiendas que debían impulsar reformas para agilizar el amplio campo de actividades abierto por la directiva anterior. La tarea no era para nada fácil. Sólo el Suplemento Literario se distribuía en 45 grupos de literatura de todo el país, desde Arica hasta Porvenir. A principios de 1986, Eugenio Mimica proyectó el concurso literario “Antonio Pigafetta” que alcanzaría gran notoriedad en los años siguientes.

En mayo de ese 1986, la SECH Magallanes anunciaba la aparición del libro póstumo de Enrique Wegmann Hansen, “La senda de la Baguala”. Se daba así cumplimiento al punto 5 del documento concluyente del Segundo Encuentro Nacional de Escritores Magallánicos de 1982, que proponía recuperar los cuentos del desaparecido autor magallánico y publicarlos en un texto.

Inicialmente, “La senda de la Baguala” se iba a editar en la famosa Editorial Nascimento, en Santiago. Empero, el cierre definitivo de este sello acontecido el 7 de diciembre de 1985, retrasó la publicación. La SECH Magallanes decidió rescatar los originales, y reiniciar el proceso de publicación en Punta Arenas. Finalmente, se imprimieron mil ejemplares en los Talleres del Instituto Don Bosco.

Soplaban vientos favorables para la Editorial Magallánica.

Escrito por: Víctor Hernández Godoy, escritor, historiador.