“Vengo de Chile” [Por José Benítez Mosqueira]

20 de septiembre de 2022

En diciembre de 1972, el Presidente de la República, Salvador Allende Gossens, viajó a Nueva York para presentarse ante la Asamblea General de las Naciones Unidas y contarle al mundo los avatares de ser el primer país que intentaba llegar al socialismo por la vía democrática.

El ambiente no era el mejor en aquellos años para que un pequeño país del cono sur de América intentara romper el férreo cerco ideológico y económico que imponía Estados Unidos a sus vecinos latinoamericanos.

Cuba, a pocos kilómetros de las costas de Florida, llevaba un poco más de una década sufriendo en carne propia la osadía de independizarse del matoncito del barrio, que no toleraba la existencia de un régimen de izquierda en su patio trasero.  

De ahí que, en plena guerra fría, el proceso de la Unidad Popular tenía que ser detenido de cualquier manera, no importando si para ello había que recurrir a la violencia armada, el sabotaje económico y el derrocamiento del mandatario electo por su pueblo para liderar los cambios. 

“Vengo de Chile, un país pequeño pero donde hoy cualquier ciudadano es libre de expresarse como mejor prefiera, de irrestricta tolerancia cultural, religiosa e ideológica, donde la discriminación racial no tiene cabida. Un país con una clase obrera unida en una sola organización sindical, donde el sufragio universal y secreto es el vehículo de definición de un régimen multipartidista, con un Parlamento de actividad ininterrumpida desde su creación hace 160 años, donde los Tribunales de Justicia son independientes del Ejecutivo, en que desde 1833 sólo una vez se ha cambiado la Carta Constitucional, sin que ésta prácticamente haya jamás dejado de ser aplicada. Un país de cerca de diez millones de habitantes que en una generación ha dado dos Premios Nobel de Literatura”.

Con esas palabras inició su intervención el Presidente Allende, un discurso que aún hoy es recordado por la precisión de su análisis, que da cuenta de la desesperación de un país sometido a diario al boicot de poderosas empresas trasnacionales y que “ha sido conducido a un endeudamiento externo superior a los cuatro mil millones de dólares, cuyo servicio anual significa más del 30% del valor de sus exportaciones, con una economía estrechamente sensible ante la coyuntura externa, crónicamente estancada e inflacionaria. Así, millones de personas han sido forzadas a vivir en condiciones de explotación y miseria, de cesantía abierta o disfrazada”.

A cincuenta años de aquel histórico momento, las condiciones en nuestro país no han variado lo suficiente para pensar que somos un pueblo que camina feliz hacia el desarrollo. Todo lo contrario, las condiciones de desigualdad y precariedad en que viven amplios sectores de la población dan cuenta de que hemos fracasado como sociedad, tanto que todavía estamos inmersos en un proceso de cambio constitucional, luego que una mayoría abrumadora rechazara hace un par de semanas la propuesta de nueva Constitución.

Con esa espada de incertidumbre política pendiendo sobre su cabeza, el Presidente Gabriel Boric Font viajó la tarde de este lunes a Nueva York, tal como lo hiciera hace diez lustros el doctor Allende, para participar por primera vez de la Asamblea General de Naciones Unidas.

Mientras alza vuelo el avión de la Fuerza Aérea que traslada a la comitiva de ministros y ministras que acompaña al Presidente, atrás queda un Chile dividido, que no encuentra la senda institucional que le permita encauzar las exigencias ciudadanas de mayor justicia social y oportunidades de desarrollo.            

Escrito por: José Benítez Mosqueira, periodista.