Toda una casta, gasta recursos millonarios en desacreditar un escrito [Por Cristián Bahamonde Osorio]

19 de julio de 2022

«No debiera sorprender, pero vaya que lo hace. A pesar de dominar los destinos del país sin contrapeso durante casi 50 años y contar con el dominio, monopolio y hegemonía de surtidos recursos en cuanto flanco uno pudiera imaginar, la desesperación ya ha comenzado a jugar su partido.

Qué el texto emanado de la Convención Constitucional ya esté en la calle, sin duda es un argumento en sí mismo. Lo que allí está en evidencia es lo incómodo que resulta para las clases dominantes que el mundo popular se pueda informar, pueda ilustrarse más allá de los tentáculos del discurso hegemónico. Financistas y financiados (as) se sonrojan en público cuando el texto se lee en voz alta. Ya se inició una campaña tan burda que sostiene que el documento que circula por todo Chile, «está adulterado por la izquierda». Sepa usted, que la negación de la ilustración es una forma de apremio ilegítimo también. Entrar a una librería en Chile es propio de las élites y el duopolio, durante todo este tiempo, dió luz verde a la pornográfica mercantilización del acceso a la información, con impuestos al libro tan descabellados cómo infames.

Toda una casta, gasta recursos millonarios en desacreditar un escrito. Ya lo hicieron con Neruda, Parra, Mistral, Lemebel, Bolaño, Manns y De Rokha, por ejemplo. Saben cómo, pero en esta pasada están complicados (as).

La imagen de un libro entrando en una casa a bajo costo, da para un análisis profundo. Va más allá del símbolo. La teoría del gallinero en peligro. Esa del gallo grande cagando hacia abajo y las gallinas de la parte inferior que se saquen los ojos sí es necesario. Mientras tanto, un texto escrito por representantes populares elegidos en las urnas y reclamado por más del 80% de la población, despeina al Parlamento duopolizado, desafía al neoliberalismo corregido y desnuda los privilegios de los que entregaron sin control y concesionaron también el acceso a la lectura y nos fueron apagando de a poco. O eso creían.

Pero la luz estaba al final del túnel. Si parte del plan era aprovechar la perdida del hábito lector, sepa usted que algo está cambiando. El más reaccionario -hoy por hoy- es el que claramente no ha leído, «se le nota a leguas» cómo dice el dicho popular. Da gusto contradecir al barra brava, al súbdito que no se acerca al texto siquiera, así cómo también resulta edificante y solidario informar al que se interesa y no ha tenido tiempo, pero confía en su par y no se queda con lo que la tele embute día y noche.

Detrás del rechazo está la ultra derecha y delante también. Ya no hay fascistas moderados, ni derechas democráticas, ni próceres de Chile Vamos arrepentidos o renovados y las y los que hacen gárgaras con los partidos y con «el instrumento» hoy deambulan lastimeros (as) y traidores (era que no) por tribunales supremos después de negarse a respetar las decisiones mayoritarias del referente bajo el que nos taladraron la cabeza con la odiosa cantinela de la gobernabilidad y el estado subsidiario, limitando y sometiendo a este a jugar un rol de parche curita de un modelo descarnado, inmisericorde y, a poco andar, cómodo para el apellidaje gobernante.

Las letras que se escaparon de la pluma de la mensajería de la oligarquía son las que hoy las y los tienen desatados (as), histéricos (as), temerosos (as). Seguramente debiera ser materia de análisis sociológico el símbolo que supone un libro clave para los destinos del país entrando certeramente al hogar proletario, al kiosco del barrio, al debate de la esquina, de la plaza, de la organización social, a lo más profundo del tejido popular.

Si un texto fuera tan malo, tan inconveniente, tan totalitario, tan dañino, me juego la vida porque la gente lo conozca para así coronar el ciclo de la desacreditación, sin embargo la estrategia del poderoso va en sentido contrario. Detengase en ese punto. En todo esto, alguien está mintiendo, hay un sector que no quiere que se corra el velo, que se destape la hoya, que usted se siga quedando con lo que ellos y ellas impusieron a culatazos y por supuesto sin cuestionar ni una coma de la biblia del abuso.

La mentira es una mesa de patas cortas, en la mesa del frente hay un texto sobre el que no tiene control ni el bolichero, ni el dueño del boliche. Más claro echarle agua y si esta última se encuentra a punto de consagrarse cómo un bien de uso público, en ese documento que la diestra aborrece, mejor todavía».

Escrito por: Cristián Bahamonde Osorio, columnista.