Sin vergüenzas [Por Mauricio Vidal Guerra]

30 de julio de 2023

La persona sin vergüenza no tiene límites. Tampoco responde a críticas. No siente humillaciones, ni tampoco reconoce el reproche exterior, de sus cercanos, familiares, o pares. Nunca se da por aludido. Es frío y calculador si ha roto o ha violado una norma social. Y jamás habría que esperar una reparación por ese daño ocasionado. Es decir, un sinvergüenza de tomo y lomo.

De hacer cosas sin la capacidad de hacerlas, de decir saber de algo sin tener la más mínima idea. De reírse y reírse para intentar contener la hemorragia. De estar donde se está por el apellido, por el papá, por la mamá, por la amiga jefa, o simplemente por la madeja de influencias (buenas o malas) que se manejan en estos tiempos. Y que le entregan lindos beneficios, protecciones, o altos sueldos a una autoridad sin capacidad de serlo, a una encargada de redes sociales sin saber de redes sociales, a un administrador que maltrata a funcionarias, a un jefe de gabinete que sabe ser «chupamedia», a un ex seremi que se junta con el padre de un Presidente para intentar mover los palillos, al presidente de un partido que defiende lo indefendible (para ser candidato, otra vez), a una alcaldesa que se le olvida comprar sal para la escarcha del invierno magallánico, a otro alcalde que no responde las preguntas y llamadas seguramente por miedo… y así, La lista es mucho más larga. Demasiado larga.

Pareciera que no hay que tener vergüenza. Que así se llega más lejos. Que los caminos se hacen menos pedregosos que el de los vergonzosos. Que esos más tímidos tienen que afrontar más curvas y rutas de tierra, llenas de barro y zancadillas. Que el ponerse colorado por hacer algo que no se debe fuera falta de talento, de viveza. De no entender cómo gira el mundo. Y que solamente así, sin vergüenza, se avanza más rápido y más fácilmente.

Y a los de la lista de arriba, los veremos en unas horas más riéndose en pantalla, buscando adherentes, justificando lo injustificable, buscando más protección, y llenándose la boca diciendo algo de lo que no saben. Tratando de ir a los medios, justificando lo que no entienden, y desarrollando la sinvergüenzura.

La vergüenza, según Jean Paul Sartre, es «el reconocimiento que somos objeto de otro que nos mira y nos juzga».

En el caso de Aristóteles, » la vergüenza es una guía de acción en el mundo que nos pone en el camino de la virtud y, como consecuencia, de la felicidad».

Y para la filósofa y bibliotecaria española María Moliner «la vergüenza es un sentimiento penoso de pérdida de la dignidad por alguna falta cometida por uno mismo o por una persona a la que uno está muy ligado, o por una humillación o insulto sufrido.

Parece que nada de lo dicho por los últimos tres tiene sentido para un sinvergüenza…

Preocupante y visionario.

No es que se vengan tiempos complejos. Dichos tiempos ya están aquí, y tardarán para que se vayan. Porque al lado de un sinvergüenza hay otros más adelantados, o que no tienen inconvenientes en hacer equipo, protegerles, o seguir adelante sin sentir una pizca de algún sentimiento penoso, o de humillación.

Cualquier tipo de cambio, o de transformación va a depender única y exclusivamente de los ciudadanos, de los votantes.

Porque yo no veo mucha diferencia entre alguien sin empatía por el otro, y que si no le importan los gatos le da lo mismo si existen o no. Y una persona sin vergüenza y sin un grado de conciencia sobre lo que hace.

Si a Claudia no le gustan los gatos y no quiere la empatía como un camino a seguir, no me puedo imaginar si es que no le gustan los niños, los abuelos, los columpios, o el bienestar del resto…

Para aquello tampoco hay que tener mucha vergüenza.

En conclusión, y piénsenlo bien. Tenemos representantes, autoridades y descendientes de supuestos «dioses» que no son empáticos ni les interesa serlo, y además no tienen vergüenza.

La mezcla perfecta para el fracaso.

Escrito por: Mauricio Vidal Guerra, periodista, director ZonaZero.cl