Robots, Cambalache, y Magallanes [Por Mauricio Vidal Guerra]

28 de mayo de 2023

La lista debe ser de las más largas que uno podría desarrollar en términos de búsqueda de personas que hacen algo en sus vidas, o son mandados a hacer algo. La historia de Magallanes está repleta de este tipo de personajes que en su mayoría son traídos desde otros lugares, ya que es mucho mejor que no tengan vínculos y más aún que sean ignorantes de la historia e identidad del territorio y su gente. Sus proezas, sus luchas, sus costumbres, sus prioridades… Hemos ido recibiendo un sinnúmero de pequeños robots que sostienen la capa con la que se tapan la cara y esconden su nombre los verdaderos responsables.

Y casi como un regalo mientras escribo, de fondo suena Santos Discépolo… «Que siempre ha habido chorros, Maquiávelos y estafáos’. Contentos y amargaos, valores y dublé. Pero que el siglo veinte es un despliegue… De maldá’ insolente ya no hay quien lo niegue. Vivimos revolcaos en un merengue.
Y en el mismo lodo todos manoseaos»

Pero no solo son afuerinos que se quedan por años en la zona haciendo la pega que se les propone, si no que también son magallánicos los que han decidido seguir el mismo camino. Apegarse a un «buen árbol», recibir buenos dividendos, escuchar a los de afuera, seguir un discurso y plantarse frente a las críticas con marketing político, incendiando todo, siendo irrespetuoso, insultando a los que piensan distinto, o tienen una mirada diferente.

Pero los más penosos, son aquellos que se han llenado la boca por años en contra del centralismo, en contra de que sean afuerinos los que tomen decisiones por nosotros. Los que han «payaseado» luchando contra el poco regionalismo y las órdenes desde Santiago, desde un ministerio, desde un partido político, o desde el empresariado… O incluso, de pequeños patrones locales que se esconden tras inventos poco confiables, y que manejan como marionetas a diestra y siniestra. Para que después, nunca se sepa quién es «la mano que me mece la cuna».

Y vuelve Cambalache… «Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor. Ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. Todo es igual, nada es mejor… Lo mismo un burro que un gran profesor!
No hay aplazaos ni escalafón. Los inmorales nos han iguala’o
Si uno vive en la impostura. Y otro roba en su ambición… Da lo mismo que sea cura
Colchonero, rey de bastos, Caradura o polizón.»

Son robots, así de simple. Personas que asienten y ni siquiera preguntan si lo que aceptan está bien o mal. O porque no les conviene, o porque las capacidades no se lo permiten, o sencillamente porque nunca entendieron dónde viven y de quiénes se tienen que preocupar.

Una mala clase política ayuda de todas maneras a potenciar lo antes señalado. Un gabinete pobre, sin pensamiento político. Sin esencia real para ser políticos, con cero muñeca, y cero experiencia, con errores comunicacionales burdos, con altanería, con la pala en la mano cavando sus tumbas, eligiendo mal, y dejando en manos de una vocería sin control las respuestas oficialistas, livianas, poco pensadas, con un gusto a lo individualista y al personalismo más puro, que termina dando asco.

Ni hablar de los «desaparecidos» dirigentes de la derecha más tradicional magallánica. Escondidos, tirados bajo la alfombra, con la lengua comida por los ratones, y hablándose entre si. Sin que nadie los conozca, han demostrado que el ser títeres del centralismo los convirtió en simples masas maleables, sin incentivo propio, y esperando infinitamente que alguien les ponga una moneda para funcionar, les de cuerda, o les digan qué hacer. Solos y solas, ya demostraron que no tienen peso.

Han dado más resultados los francotiradores, los que se apegan a la instrucción central sobre los insultos, sobre el quemar el bosque, el mentir sin tapujos, y armar polémica. Eso da resultado, sigue siendo el asumir órdenes desde Santiago, pero con resultados «positivos». ¿Hasta cuándo? Hasta que sigan recibiendo instrucciones y dinero para aplicar el marketing político y comunicacional que les ha dado dividendos hasta ahora, luego se los llevará la corriente…

«¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!
¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón!
Mezclao’ con Stavisky van Don Bosco y La Mignon
Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín
Igual que en la vidriera irrespetuosa
De los cambalaches se ha mezclao’ la vida
Y herida por un sable sin remache
Ve llorar la Biblia contra un bandoneón»

Un gabinete y un delegado que más saben a mantequilla sin sal, que a un plato bien preparado. Poca enjundia, dirían en el campo. Y así seguirá, no hay que hacerse demasiadas esperanzas. Menos cuando se trata de convencer a los propios de que la famosa Ley impulsada por el Gobierno, que se votará este lunes en el Congreso y que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas protegidas, no tendrá efecto en el empleo en la industria de salmones. Eso es como querer convencer a un niño de que el jarabe de cebolla es rico.

Cualquiera puede entender que si hay algo con fecha de caducidad, de término, lo cierto es que las inversiones y las motivaciones económicas respecto de aquello comenzarán a reducirse rápidamente. Que algo con fecha de vencimiento pierde todo interés del mercado. Que los puestos de trabajo comenzarán a bajar considerablemente. Que además, no existe una propuesta responsable frente a esta decisión. Es decir, qué hacer en reemplazo de esta actividad, o cómo se traspasa a otra matriz productiva. Pareciera más un convencimiento extremo, sin buscar sustentabilidad, y menos sentarse a conversar para encontrar el equilibrio. Esto del blanco y negro tiene bien podrida a la gente, y claramente a los electores.

Y además, ¿Quiénes son los que opinan y deciden desde otros lugares del planeta respecto de lo que debemos hacer o no los magallánicos? ¿Qué se creen los que desde una oficina en Estados Unidos, Suiza, Alemania, Santiago o dónde sea están planeando qué hacer con nuestra tierra?

Nos dicen qué producir y cómo vivir. Financiando organizaciones no gubernamentales y voces que desde el romanticismo y lo extremo intentan ordenarnos y mandarnos a hacer y pensar como quiere el dueño del circo. Con la naturaleza por sobre el hombre, y sin buscar el equilibrio entre el hombre y la naturaleza.

Robots, pencas, sin pilas, poco jugados, repetitivos, que se llenan la boca cuando hay elecciones, pero a la hora de ponerle el pecho a las balas se hacen los giles.

«Siglo veinte, cambalache, problemático y febril
El que no llora no mama y el que no afana es un gil
Dale nomás, dale que va
Que allá en el horno nos vamo’ a encontrar
No pienses más, sentate a un lao’
Que a nadie importa si naciste honrao’
Es lo mismo el que labura
Noche y día como un buey
Que el que vive de los otros
Que el que mata o el que cura
O está fuera de la ley»

Gracias Enrique Santos Discépolo…

Escrito por: Mauricio Vidal Guerra, periodista, director ZonaZero.cl