Naturalización de la violencia [Por José Benítez Mosqueira]

2 de mayo de 2022

Crecí yendo al estadio Santa Laura con mi padre, hermanos y vecinos.

Para nosotros era una fiesta ver jugar a Unión Española en el antiguo reducto de Independencia.

Desde la tribuna de madera vi en innumerables oportunidades al gran Honorino Landa, con sus clásicas medias abajo, dominando la pelota a la espera de saltar a la cancha.

Soñaba con ser como él algún día, incluso participé en una prueba masiva para integrarme a las divisiones inferiores.

No quedé.

No me importó. El amor por los colores de mi club es superior y lo mantengo.

Desde que retorné de Magallanes a Santiago, hace un poco más de dos años, con el estallido social y pandemia de por medio, no he vuelto al recinto deportivo de mis sueños infantiles.

La razón: no es seguro. Y eso que es uno de los estadios que suelen destacarse como ideales para ir en familia.

Conozco a varios hinchas del fútbol como yo que se han alejado por la misma razón.

También temen ir al Monumental y San Carlos de Apoquindo con sus hijos, hijas, nietas y nietos.

La acción violenta de las barras bravas, últimamente xenófobas y racistas, no distingue si las víctimas de sus demenciales ataques son niños, jóvenes o adultos.

Les da lo mismo.

Solo es una señal más de la insensatez que se ha tomado Chile, de norte a sur.

No se salva nadie.

Es una enfermedad social crónica que ha sido olvidada por las instituciones permanentes de la República.

Algunos ya hablan de Estado fallido. Espero que estén equivocados, aunque todas las evidencias apuntan a la confirmación del diagnóstico.

Lo que ocurre en los estadios es solo un síntoma, no el único por cierto.

Ayer, en medio de uno de los actos de conmemoración del Día de los Trabajadores, balearon a tres personas, una de las cuales lucha en este momento por su vida tras recibir un proyectil en su rostro.

¡Basta!

Nuestra sociedad está enferma y debemos hacernos cargo de eso.

No podemos seguir esperando a que el gobierno despierte y se active.

Trata a los demás como quieres que te traten es bastante más que una bonita frase llena de buenas intenciones.

Es una forma de vida.

La ley de la selva y la del ojo por ojo solo traerán más dolor y sufrimiento a nuestra tierra.

Urge que las autoridades dejen de lucirse en los matinales de la televisión y se aboquen a la tarea de implementar soluciones a las múltiples necesidades que tiene la ciudadanía.

Ahí está la raíz de lo que el presidente Boric denominó “naturalización de la violencia”.

Y no me refiero a la delincuencia y a las barras bravas, sino principalmente a las asimetrías e injusticias enquistadas en un sistema que no da para más y que requiere cirugía mayor.

La pregunta es qué, quién o quiénes deben asumir la tarea de refundar nuestro país.

A mi entender, la respuesta es todos y todas.

¿Cómo? Haciendo un mea culpa interior y acompañarlo con un cambio de actitud hacia el prójimo.

No puede seguir primando el “ráscate con tus propias uñas” egoísta, individualista y pernicioso.

Los chilenos y chilenas somos un colectivo plurinacional, diverso en sus orígenes, tradiciones y costumbres, unido por el proyecto de construir una casa que nos acoja con cariño a todas y todos.

No debemos seguir naturalizando la violencia.

Escrito por: José Benítez Mosqueira, periodista.