Mucho se habló del acuerdo antes de asumir el actual Gobierno de que muchos de los que venían desde la administración anterior no fueran despedidos o sacados de sus cargos durante el primer año. Y fue así, cómo hasta el día de hoy podemos ver en diversas direcciones de servicios, departamentos comunicacionales, y cargos dentro de alguna repartición local, a personas que entraron gracias a la política y sus militancias a puestos que debieron dejar, pero que simplemente no quisieron hacerlo.
En todo caso, el oficialismo tampoco hizo muchos esfuerzos, y para varias las determinaciones se toman desde Santiago, y lo que se piense acá es mínimamente tomado en cuenta. Cuestión de todos los gobiernos en todo caso.
Así también, el Gobierno de Boric fue llenando cupos partidarios en las diversas seremías y lo que al principio pensábamos no era tanta «responsabilidad de Boric», se fue convirtiendo en algo que claramente sí convoca la responsabilidad presidencial y más aún cuando se trata de la región que lo vio nacer, y de la cual fue su representante en el Parlamento. En realidad, la culpa la tienen todos: El Gobierno, el Presidente y los partidos políticos.
El favor a la anterior administración, transversal a nivel nacional, y tratado de manera sigilosa, solo llevó a la inacción de los actuales y al escondite de los que se habían quedado. Sin pudor ni vergüenza, han sido parte de un Gobierno que no es de ellos, pero que la inexplicable política partidaria y los acuerdos entre esa clase elitista, lo permitieron. En parte, varias de las consecuencias de decisiones similares, son producto de lo inocente de este tipo de acuerdos insólitos.
Pero al mismo tiempo, han habido más favores para una derecha y una oposición que poco brillo saca a dichas oportunidades. Porque sus directivas locales sencillamente no existen. Comunicacionalmente son unos fantasmas. Y de verdad, sus dirigentes prácticamente no aparecen. Muy poquita gente sabe cómo se llaman los presidente de Renovación Nacional, de la UDI, de Evópoli y de los Republicanos, y sus dirigentes aparecen siempre en un par de medios de comunicación locales que entregan esos espacios periódicamente o por su respetable línea editorial. Pero de nombres, de gestiones, de aprovechar los momentos o de salir a contraponer puntos políticos frente a partidos oficialistas o autoridades designadas a dedo, nada. Nada de eso.
No existen las vocerías políticas, esta generación es más fome que «chupar un clavo», desabridos, poco ácidos, sin propuestas ni gestiones notorias que entreguen mensajes a la ciudadanía. Por eso estamos como estamos.
Más encima, teniendo el favor en bandeja. La oposición no es capaz de tomar la Espada de Damocles para hacerse notar de buena manera y sacar ventajas y provecho político en situaciones como estas. Tan solo descansan en la tele nacional y en las noticias que vienen de Santiago. A nivel local, nada.
Porque al frente tienen tremendos favores: La liviandad política del delegado José Ruíz, «la mochila con piedras» que ha significado Andro Mimica para el Gobierno y su imagen en torno a la confianza y credibilidad, la pobre gestión de la representante parlamentaria Javiera Morales más preocupada de su bancada frenteamplista que de los problemas regionales, la paupérrima actuación en términos económicos para Magallanes con un decrecimiento más que preocupante, y un sinnúmero de escenarios que rozan lo peligroso respecto de nuestro futuro en todo ámbito.
Consciente o inconscientemente, el Gobierno le ha entregado en bandeja de plata un listado de oportunidades que más entendemos los medios de comunicación que esta supuesta nueva generación política. Hay veces que se pareciera estar frente a una obra de humor negro, donde a los actores incluso se les olvida el libreto…
El problema de todo esto, es que son las voces populistas y mal intencionadas las que terminan llevándose algunos bonos, frente a tamaña incompetencia.
Y va quedando la sensación de que retrocedemos. No solamente no avanzamos producto de la limitancia de voluntad. Si no que a propósito de un acto planificado. Y de una inoperancia transversal fomentada por la flojera o simplemente por la falta de talento y altura política.
O todas las anteriores…