Siempre es desagradable mirar como los buitres no pierden oportunidad de aprovecharse de las supuestas oportunidades. Cómo al más mínimo olor, su gusto por la putrefacción imaginada los vuelve locos y los hace publicar con rapidez y ansias en sus violentas redes sociales.
Una estrategia pobre y que busca solamente aunar esfuerzos con los propios que a punta de insultos, mentiras y realidades inventadas quieren surgir en la política. O mejor dicho, ser parte de la clase política. Esa que por mala suerte nos ha tocado, llena de ignorantes incluso de su propia historia regional.
Y por clase política hay que identificar a quienes viven de la política, no quienes hacen política como vocación, compromiso, o en el oficio de informar y comunicar lo que sucede.
Y parte de nuestra clase política llega a ser tan burda, que muchas veces intenta colocarse en la misma línea que un periodista o comunicador, no entendiendo lo distinto de sus roles.
En todo caso, uno mira alrededor y también se encuentra con un medio lleno de pares que solo se miran el ombligo, y si a algún colega le pasa algo, se sientan a mirar comiendo palomitas. Así es la cosa, no hay que engañarse.
Por esas cosas de la vida, tal vez tengamos la clase política más deficiente de la historia local.
Mal político es quien muestra incapacidad de pactar. El pacto, que no es una trampa o un engaño, es una de las esencias de la buena política. La escalofriante profesionalización de la política (es decir, convertirla en su único medio de vida), les ha hecho particularmente miedosos a perder lo que tienen.
Pareciera, como dijo un columnista por ahí, que la única misión es sobrevivir en sus respectivos nichos políticos. Cuando pactan, unos y otros, es para perpetuarse y repartirse prebendas.
No me cabe duda, los políticos están cada vez más cómodos en su “zona de confort”.
Y por estos lados, hay algunos que se han ido convirtiendo en expertos en vivir a costa del Estado, escupiendo contra el mismo de manera pública, pero embolsándose millones y millones. La hipocresía ya ni vergüenza les da. Prefieren intentar derrocar al que los enfrenta, antes de aceptar errores o criticar situaciones impresentables o discursos que se alejan de la verdad como el del propio alcalde de Porvenir, y la clase política que salió en su defensa irrisoria, sin mencionar ninguna palabra sobre la vulneración de derechos de decenas de menores en pleno show municipal.
Si no entendemos como sociedad que necesitamos volver a conversar y encontrar caminos equilibrados y que proyecten mejores espacios civilizados, y no que deseen el caos y la controversia, seguiremos teniendo a personajes que simplemente busquen la odiosidad y la mentira para sacar réditos personales, o para pequeños grupos que siempre buscan controlar la narrativa.
Por eso les molesta que se les enfrente, se les desnude públicamente, y se les trate como lo que son… La peor generación política de las últimas décadas.
Habrá que enfrentarla…