La oligarquía chilensis [Por Manuel Rodríguez Uribe]

3 de noviembre de 2022

Desde sus orígenes conceptuales en la Grecia antigua, la ciencia política define la oligarquía como una forma de gobierno detentado por un pequeño grupo de individuos que forman la clase dominante. La oligarquía puede manifestarse históricamente de distintas formas, como la aristocracia, la plutocracia, la tecnocracia o la gerontocracia, siguiendo las definiciones clásicas de Aristóteles y Platón.
En la época actual se vuelve a utilizar el concepto para referirse a los corruptos capitalistas rusos que se apoderaron de las empresas del Estado y se enriquecieron especulando con sus nuevas riquezas adquiridas. Pero no solo hay oligarcas rusos.
Históricamente la oligarquía chilena en la sociedad actual, es una derivación de la clase terrateniente y comerciante que mezcló a lo largo de tres siglos a españoles y criollos durante la colonia y que se instaló naturalmente en el poder político, económico, social y militar desde la fundación de la República.
Los historiadores han evidenciado cómo el primer siglo de la República hasta 1910, fue la historia de la oligarquía chilena disputándose el poder y la dominación entre familias, grupos políticos y líderes ohigginistas y carrerinos, santiaguinos o penquistas, pelucones y pipiolos, conservadores y liberales, balmacedistas o juntistas, a través de tres guerras civiles, tres guerras exteriores y numerosos cuartelazos e intervenciones militares.
Los propios historiadores de la oligarquía chilena han escrito la historia de Chile, desde el punto de vista que enaltece y pone de relieve los aportes de esa clase social al desarrollo del país.
Dotados de un enorme poder económico, político, comunicacional y rodeados por el notorio apelativo de “elite” o mencionados como la “clase alta” por sociólogos poco rigurosos, la oligarquía en Chile constituye en realidad el núcleo principal del poder conservador, distribuido y concentrado entre corporaciones, empresas de gran capital, centros de estudios y medios de comunicación de alcance nacional.
Se trata de una vasta malla de intereses familiares y corporativos, con capacidad para decidir sobre los destinos de un país. Bancos, redes de empresas de comunicación y de canales de televisión, corporaciones comerciales y de distribución, de explotación de recursos naturales y energéticos (cobre, litio, hierro), de empresas de administración de los fondos previsionales, de empresas de la construcción, de transporte marítimo, terrestre y aéreo, compañías de seguros, empresas de distribución de servicios básicos (agua potable, energía eléctrica), la totalidad del capital económico y financiero funciona administrado por una oligarquía chilena con fuertes lazos con el capital extranjero.
La oligarquía chilena es la única red de familias en el país con capacidad para invertir en el extranjero y para destinar una parte de sus capitales a los paraísos fiscales.
En Chile tenemos una oligarquía con los mismos atributos y costumbres de los oligarcas árabes, rusos, ingleses, estadounidenses, franceses o japoneses. Son una porción de menor cuantía dentro de la oligarquía mundial. No nos extrañemos entonces que los oligarcas chilenos fueron quienes se apoderaron a vil precio de las más de 700 empresas del Estado enajenadas por la dictadura de Pinochet, para beneficio de los mismos oligarcas que sustentaron el golpe militar.
El fundamento del poder de la oligarquía chilena reside en el capital, en su potencial económico y financiero dando origen a una forma específica de concentración de la riqueza. Se entiende además que en Chile la concentración del capital y la riqueza es un rasgo estructural de la economía, hasta qué punto puede afirmarse que estamos en presencia una oligarquía que controla mercados oligopólicos, incluso con tendencia a la cartelización.
El único “pequeño” problema que se atraviesa en la historia y la sociología de la oligarquía chilensis, es que la riqueza sobre la cual se ha construido el poder de que goza, no depende en esencia de ellos mismos, sino del trabajo y el esfuerzo de millones de chilenos, obreros, empleados, técnicos, artesanos y profesionales a lo largo de más de dos siglos de historia económica y social de Chile.

Escrito por: Manuel Rodríguez Uribe, columnista.