El Día del Trabajador se celebra el 1 de mayo en gran parte del mundo y constituye una fecha en la que, dado el festivo nacional instaurado en muchos países, multitud de personas aprovechan para salir a la calle a reivindicar la importancia de ciertos sectores en el tejido económico de su país.
El origen de esta conmemoración tiene lugar en Chicago, en su época de máximo desarrollo, y ha llegado hasta lugares tan lejanos como África o Asia. No ha sido así, sin embargo, en Estados Unidos, a pesar de que el relato histórico de la fecha tiene lugar en su territorio.
Previo al inicio de la Segunda Revolución Industrial, Chicago empezó a emerger como centro del desarrollo industrial norteamericano. Uno de los principales factores que llevó a la capital de Illinois a despuntar fue su apuesta por la innovación en los medios de transporte.
En este contexto, y como punto de inflexión en su exponencial crecimiento, apareció la línea de ferrocarril Galena and Chicago Union Road, que permitió tanto a habitantes de la periferia como a extranjeros trasladarse al núcleo urbano en busca de trabajo.
En estos años, la población de Illinois se triplicó. Eso requirió de la construcción de una mejor infraestructura que fuese acorde con el modelo de industrialización que se perseguía. Pero para poder invertir en ello, el estado se hundió en préstamos que desataron una fuerte crisis económica. Fue en ese momento cuando los trabajadores comenzaron a expresar su descontento por las condiciones laborales que tenían, las cuales, en su mayoría, se basaban en jornadas de hasta 16 horas con sueldos precarios.
A causa de la incorporación del ferrocarril, Illinois triplicó su población en apenas una década: de 160.000 a 480.000 habitantes, aproximadamente.
De ahí en adelante, Chicago y otras grandes ciudades de Estados Unidos vivieron un período de duras huelgas en las que se pedía a las instituciones que todos los gremios fueran incluidos en la Ley Ingersoll, aprobada por el presidente Andrew Johnson en 1868, la cual establecía la jornada laboral de ocho horas.
No fue hasta 1884 cuando la Federación de Sindicatos y Organizaciones Gremiales de EEUU y Canadá instó a los trabajadores a realizar la jornada de 8 horas a partir del 1 de mayo de 1886. Y, en efecto, esta decisión fue apoyada tanto por los sindicatos anarquistas como por la Noble y Sagrada Orden de los Caballeros del Trabajo («Knights of Labor»), una asociación que luchaba por los derechos de los trabajadores pero que rechazaba la huelga como mecanismo de presión.
Llegado el día marcado por la Federación de Sindicatos, algunas empresas redujeron la jornada laboral sin necesidad de huelga, pero otras continuaron con la misma dinámica y, como consecuencia, el 4 de mayo de 1886 se inició la conocida revuelta de Haymarket: una manifestación que tuvo como resultado la encarcelación y la condena a muerte de 8 sindicalistas anarquistas, a quienes se les conoce como «los mártires de Haymarket».
Mientras tanto, en Europa los trabajadores también anhelaban mejorar sus condiciones laborales. No en vano, para entonces en Inglaterra ya se había fundado la Primera Internacional (1864), y en España, en 1890, se dio la primera huelga en las minas de la Fábrica de Mieres, en Asturias.
El 4 de mayo de 1886 se inició la conocida revuelta de Haymarket: una manifestación que tuvo como resultado la encarcelación y la condena a muerte de 8 sindicalistas anarquistas.
Y así fue como en 1889, inspirada por la determinación de los «mártires de Haymarket», Francia instauró oficialmente el 1 de mayo como el Día del Trabajador.
En Chile, esta conmemoración comenzó a tomar fuerza a principios del siglo XX, con la creciente organización y conciencia de los trabajadores. En 1917, se realizó la primera manifestación del Día del Trabajador en Chile, en la que los trabajadores exigían mejoras salariales y condiciones laborales justas.