La historia de Alejandrito… Un simple sueño [Por Mauricio Vidal Guerra]

7 de julio de 2023

Alejandrito es un mal educado… Llorón, mezquino y demasiado «carnaza»como diríamos por estas tierras. Le gusta estar en todas, pero sabe de pocas. Cree que a la realidad que llegó se juega de la forma en que a él lo acostumbraron a vivir. Mucho pataleo, poca crianza de la buena, desconfiar de todo el mundo, reclamar y ganar plata con lo mismo que critica, y así pedalear y pedalear. Aprovecharse del resto, usufructuar del menos preparado, «joder la pita» hasta el cansancio, cambiar el tono para afuera, cerrar la puerta de su casa y volver a gritar, y enloquecer en privado.

Eso me decía ese tío que vino a visitarme en sueño antenoche. Parecía de verdad. Es más, nunca me puse en el lugar de que fuera un sueño. Porque para mí, lo que decía, era tan claro y verdadero.

Pero era un sueño… Malo, pero un sueño.

Alejandrito, piensa que gritando se consiguen las cosas. Que golpeando las puertas con los pies, abriendo los ojos y amenazando a sus pares podrá conseguir el éxito. El pobre piensa, que agitando a sus más cercanos, y publicando sandeces él irá creciendo. Y es probable que así sea. Creciendo en resentimiento y en odiosidad. Porque pareciera que así le gusta vivir. En esas tensiones se siente como pez en el agua, decía el tío.

Un agua podrida eso sí. Pestilente e intomable. Fiel reflejo de lo que viene si personas como él siguen en un escenario que piensan conocer, y que además quieren reinar.

Alejandrito es ingenuo. Cree que sus tejados no son de vidrio. O lo desea… Que nadie sabe de sus andanzas, mensajes, amenazas, engaños, y malas maneras. De negocios, ni hablar.

Y menos se imagina lo que viene en el próximo sueño.

Pensará que no existen pruebas ni antecedentes. Pero mi tío ya me adelantó que mientras más vaya subiendo más dura será la caída. Y que en ese mundo paralelo finalmente llegará alguien a contarnos la verdad. ¡Que así sea! exclamé. Calma, me dijo el tío… Eso será en otro sueño.

Era como si el tío me fuera leyendo una lista. Un sinnúmero de conceptos que me hacían recordar al otro Alejandro. El de la pesadilla.

«No repitas su nombre», me dijo al oído. Que cada vez que le das ese gusto sus deseos se van volviendo realidad. Querer romper todo, avasallar violentamente las calles y las redes, escupir a los que piensan distinto, y también a los bien intencionados. Luego burlarse, en su pequeño círculo, hablar como el resto, diciendo que «todes» están contentos con sus perfomances, que más parecen de película mexicana.

Pensé que mi tío se estaba riendo de mí… Cómo iba a ser que conociéramos al mismo llorón y mal intencionado. Me imagino que los sueños te confunden. pero juro que eran parecidos.

Sobretodo cuando buscaba ayuda para que otros lo protegieran, y como si fuera un cachorro se escondía detrás de uno de los suyos que pedía a gritos que «no maten al mensajero». Les gusta atacar, denostar, y luego decir que todo el mundo se hace la víctima. Una estrategia vulgar, rasca, y que busca destrozar normas sociales básicas.

¿Y qué crees que hará Alejandrito cuando consiga el poder con tan bajo nivel de conocimiento?, me preguntaba el tío a la mitad ya del sueño… Nada, se respondía solo. Así son estos personajes, prosiguió. Seguir viviendo de dineros ajenos, cumpliendo metas personales, atacando y lloriqueando, acusando maliciosamente a todo el que se le cruce. Y siempre decir que todo está mal, que si lo odian es porque hace las cosas bien, y hacerse bien el loco con su violencia planificada, con sus gritos que tratan de herir, con sus arrebatos que asustan y su cansadora tarantela de que todos son pencas, menos él.

Ah, y que hacemos el ridículo.

Y la verdad hijo, me dijo el tío… No necesitamos más Alejandritos. No más pequeños que se creen dioses. Personas altaneras que a todo lo mira para abajo. No son aquellas las figuras que nos ayudarán a cambiar las cosas. No es la violencia ni el ataque el camino. Son los sueños los que deberían guiarte y entregarte algunas señales.

Como esta que te estoy contando…

Escrito por: Mauricio Vidal Guerra, periodista, director ZonaZero.cl