La Editorial Magallánica. Tercera parte. [Por Víctor Hernández Godoy]

8 de mayo de 2022

A mediados de 1987 fue elegida una nueva directiva en la Sociedad de Escritores de Chile (SECH) filial Magallanes. Asumía la presidencia el joven poeta Gumercindo Pinto Devia, secundado por Julio Pedrol Kusanovic, en la vicepresidencia; Juanita Sánchez Oyarzo como secretaria y Maruja Scott en la tesorería.

La institución vivía en un punto de inflexión. La administración de Eugenio Mimica Barassi sufrió los primeros embates de una crisis generacional. A medida que se fueron conformando distintos talleres literarios en colegios y liceos de la comuna, comenzaron a emerger nuevas voces literarias que exigían cambios al interior de la SECH Magallanes.

De pronto, todo era cuestionable; desde la crítica a los métodos de trabajo de los antiguos escritores hasta ácidos comentarios por los textos que empleaban en sus lecturas; desde la insatisfacción por los títulos que se publicaban en la Editorial Magallánica hasta la necesidad de ampliar el Suplemento Literario con trabajos de escritores regionales, omitiendo las colaboraciones que entregaban autores desde el resto del país. Se llegó a colocar en tela de juicio el proceder de miembros que sirvieron ad honorem en la tesorería. Se alegaba que se requería modernizar la manera arcaica en que trabajaban.

Uno de los primeros momentos en que la SECH Magallanes experimentó esta convulsión interna, ocurrió luego del Tercer Encuentro Nacional de Escritores de Magallanes efectuado a fines de octubre de 1984 en la Biblioteca Nacional en Santiago, y en los círculos literarios de Valparaíso, Viña del Mar y Quilpué, donde la delegación magallánica tuvo una grata acogida. En aquella oportunidad, expusieron sus trabajos, Pepita Turina, Helga Villagrán, María Alejandra Vidal Bracho, Enrique Campos Menéndez, Roque Esteban Scarpa, Francisco Berzovic, Justo Alarcón, Gumercindo Pinto Devia, Luis Alberto Barría, Dinko Pavlov, Maruja Scott, Rosalicia Barría, Maribel Valle, Nora Patricia Bohle, Desenka Vukasovic, Mirna Huentelicán, Carlos Vega Letelier, Eugenio Mimica Barassi y Ernesto Livacic Gazzano. Se echó de menos, sin embargo, la presencia de reconocidos literatos como Marino Muñoz Lagos, Francisco Coloane, Rolando Cárdenas, Silvestre Fugellie, José Perich Slater, Onofre Bórquez, Ramón Díaz Eterovic y Aristóteles España.

En el documento final del certamen, Carlos Vega Letelier, manifestó su deseo que el próximo Encuentro Nacional se realizara en Punta Arenas o en otra ciudad del austro, y fuera un gran homenaje para conmemorar la presencia de Gabriela Mistral en Magallanes, un acontecimiento que se acercaba a las siete décadas. Esta importante iniciativa cultural que pasó desapercibida y apenas generó apoyo entre los literatos, fue recogida años más tarde por Marino Muñoz Lagos, quien, a propósito de la entrega que le hizo la Ilustre Municipalidad de Punta Arenas del Premio Municipal de Literatura José Grimaldi, se comprometió a rescatar la figura de la poetisa, lo que consiguió con la publicación del opúsculo “Gabriela Mistral en Punta Arenas”, editado en 1994, celebrando de paso, los 75 años de la estadía de la gran educadora chilena en Magallanes.

Precisamente durante ese período, que comprendió el último tramo de la administración de Muñoz Lagos y el inicio del directorio de Eugenio Mimica, la SECH lamentó pérdidas invaluables: en el invierno de 1985 fallecía María Cristina Ursic, autora del celebrado poemario “Mano fugaz” editado en la imprenta Hersaprint en 1980, autora que dejó en calidad inédita, una abundante creación poética. A su vez, en marzo de 1986 nos abandonaban otras dos grandes escritoras magallánicas: la periodista, cuentista y ensayista Pepita Turina, creadora entre otras obras de, “Prólogo a la primavera” (1935); “Multidiálogo sobre el matrimonio, la familia y sus prismas” (1936) y “El refugio de las campanas” (1982) y también, la destacada dramaturga y poeta María Asunción Requena, autora de la famosa trilogía épica, “Fuerte Bulnes” (1955); “Ayayema”, (1964); y “Chiloé, cielos cubiertos”, (1972), en que revela el drama histórico y oculto de Magallanes, conjugado por la geografía indómita de la Patagonia, la supervivencia de los pueblos originarios, y el conflicto que significó la aparición de las colectividades europeas en el territorio, con su visión positivista de progreso y bienestar material.

Ese año 1986 marcaría la consagración definitiva de la periodista Patricia Stambuk con la publicación de su reportaje “Rosa Yagán”, escrito como una entrevista histórica y literaria, que le valió a su autora el reconocimiento nacional. Este éxito académico vino acompañado de la designación del magallánico Enrique Campos Menéndez como nuevo Premio Nacional de Literatura, en una decisión controvertida, por cuanto se favoreció a un simpatizante confeso de la dictadura, en detrimento de José Donoso, que contaba con el respaldo de la mayoría de los escritores chilenos.

En paralelo, la SECH Magallanes estrenaba un concurso literario que le daría celebridad: el Premio Antonio Pigafetta, instituido en conjunto con la Universidad de Magallanes, entidad que aportaba un estímulo en metálico de 2.000 dólares. Las primeras versiones vieron como ganadores a Reinaldo Marchant, con el cuento “El gorrión que musitó ese Alba”; José María Memet, con el poema, “La maldición de los jinetes” y el laureado escritor magallánico, Juan Mihovilovich, con la narración, “Los números no cuentan”.

El 31 de octubre de 1987, Ernesto Livacic entregaba al directorio de la SECH Magallanes los originales del libro “Historia de la Literatura de Magallanes”. Se cumplía así, el más importante de los acuerdos suscritos cinco años antes, en el Segundo Encuentro Nacional de Escritores de Magallanes y de paso, se reactivaba la Editorial Magallánica con una publicación de enorme trascendencia.

Escrito por: Víctor Hernández Godoy, escritor, historiador.