La Convención Constituyente de 1925. Primera parte. [Por Víctor Hernández Godoy]

11 de septiembre de 2022

En algunas ocasiones hemos mencionado cómo se gestionó la Carta Fundamental que remplazó a la Constitución de 1833 que había dirigido los destinos de Chile por espacio de noventa y dos años.

La génesis del nuevo texto posiblemente haya que buscarlo en el antecedente político llamado “Ruido de Sables”, una demostración de fuerza llevada a efecto por cincuenta y siete oficiales del Ejército en dependencias del antiguo Congreso Nacional, los días 3 y 4 de septiembre de 1924 que protestaron por los bajos salarios que percibían, como asimismo, por la actitud del Parlamento en apurar una indicación que establecía la novedad de una dieta parlamentaria para gastos de representación. Por sorprendente que parezca, siete de estos militares llegaron a ser más adelante, comandantes en jefe: Jorge Escudero Otárola, Óscar Fuentes Pantoja, Guillermo Barrios Tirado y Ramón Cañas Montalva, del Ejército; Marmaduque Grove Vallejos, Manuel Tovarías Arroyo y Aurelio Celedón Palma, de la Fuerza Aérea.

A contar de ese momento, los acontecimientos se sucedieron con gran rapidez. El 5 de septiembre, los generales de Ejército Luis Altamirano y Pedro Pablo Dartnell se entrevistaron con el Presidente Arturo Alessandri, quien tomó la decisión de incorporar a tres militares en su gabinete: los generales Luis Altamirano Talavera y Juan Pablo Bennet Argandoña y, al almirante Francisco Neff Jara. A continuación, el día 8 de septiembre, el equipo de gobierno apareció en pleno ante el Congreso, que terminó por aprobar en unas cuantas horas, toda la cartera de proyectos presentados por el gobierno, dilatadas por más de cuatro años en ambas cámaras: implementación de la jornada laboral de ocho horas; reglamentación del contrato colectivo de trabajo; legalización de los sindicatos; supresión del trabajo infantil; ley de accidentes del trabajo y del seguro obrero; ley sobre cooperativas y la creación de los tribunales de conciliación y arbitraje laboral.

Los militares instaron a Alessandri a cerrar el Congreso. El Presidente comprendió que se hallaba en un callejón sin salida y decidió presentar su renuncia al cargo de Primer Mandatario, lo que fue rechazado por el Parlamento, institución que le extendió una licencia o permiso constitucional para ausentarse del país por seis meses.

A continuación, los militares de su último gabinete, Altamirano, Bennet y el almirante Neff instauraron una Junta Militar de Gobierno el 11 de septiembre de 1924, que en su primera medida, decidió clausurar el Congreso Nacional. Aquella Junta que gobernó el país hasta el 23 de enero de 1925, se vinculaba en lo político con las ideas que sustentaban los partidos Conservador y Liberal, representados por el viejo adversario de Alessandri en las elecciones de 1920, el abogado Luis Barros Borgoño. Sin embargo, en paralelo, apareció una facción de uniformados cercanos a la línea de Alessandri liderada por el comandante Bartolomé Blanche Espejo y los mayores, Marmaduque Grove Vallejos y Carlos Ibáñez del Campo, que discrepaban de la conducción política que llevaba la Junta Militar.

En esta condición, se produjo el apresamiento de Altamirano, Bennet y Neff el mencionado 23 de enero y la conformación de una segunda Junta Militar encabezada por los generales Pedro Pablo Dartnell Encina y Juan Emilio Ortiz Vega, movimiento que duró sólo cuatro días, pero que fue el primero en promover el retorno desde Europa de Arturo Alessandri para que finalizara su mandato presidencial el 23 de diciembre de ese año.

Se iniciaron entonces, nuevas negociaciones que concluyeron con la instalación de una tercera Junta Militar de Gobierno dirigida por el diplomático Emilio Bello Codesido, secundado por el ya citado general Dartnell y el almirante Carlos Ward Rodríguez, que gobernó el país hasta el 20 de marzo de 1925. El gabinete incluía los nombres de Armando Jaramillo en Interior; Jorge Matte, en Relaciones Exteriores; Valentín Magallanes, en Hacienda; José Maza, en Justicia; Claudio Vicuña, en Agricultura; Francisco Mardones, en Vías y Obras; José Salas en Higiene; el almirante Braulio Bahamonde, en Marina y al comandante Carlos Ibáñez, en Guerra.

En el verano de ese año 1925 nuevos actores políticos entraron a la escena nacional. El Partido Comunista, la Federación Obrera de Chile, los movimientos feministas, el Partido Radical, y elementos anarquistas interpretaron a su modo, el deseo expresado por Arturo Alessandri desde su exilio en Europa de convocar a una Asamblea Constituyente, con el propósito de generar un nuevo camino institucional para el país.

Al final, se inscribieron más de mil personas las que sesionaron en el Teatro Municipal de Santiago entre el 8 y el 11 de marzo de 1925. Según el historiador Sergio Grez en su artículo “La asamblea constituyente de asalariados e intelectuales Chile, 1925: Entre el olvido y la mitificación”, participaron escritores como Antonio Acevedo Hernández y Pablo de Rokha; pintores como Julio Ortiz de Zárate y Benito Rebolledo; educadoras como Amanda Labarca y dirigentes estudiantiles como Elena Caffarena. Los asambleístas propusieron que Chile debía ser un estado federal, que el poder legislativo se compondría de cámaras funcionales “compuestas por representantes elegidos por los gremios organizados del país”. A su vez, la tierra fue declarada propiedad social en su origen y en su destino, correspondiendo al Estado la distribución de los productos. Otra iniciativa a tener en cuenta, considerando lo que se redactaría más adelante, era la noción de separar a la Iglesia del Estado.

Las expectativas de los constituyentes crecieron aún más, cuando vieron entrar nuevamente a La Moneda al presidente Alessandri, el 20 de marzo de 1925. Muchas sorpresas iban a ocurrir de ahora en adelante.

Escrito por: Víctor Hernández Godoy, escritor, historiador.