La casa de todos [Por Arturo Castillo Cabezas]

17 de julio de 2022

La situación no da para ironías, así es que trataré de evadirlas (lo más que pueda) esta vez. En el plebiscito de 2020, se le preguntó dos cosas a la ciudadanía: primero, si querían una nueva Constitución, y la afirmativa obtuvo alrededor de un 80%. Segundo, que tipo de órgano la redactaría, y cerca de un 75% quiso una Convención ciudadana sin participación parlamentaria. Resultados indubitables.

A poco más de un mes del plebiscito que deberá aprobar o rechazar la Constitución obtenida por el procedimiento mayoritariamente aprobado, la “clase política”, esa misma que la ciudadanía rechazó, ha logrado mediante subterfugios que aparentan su genuina preocupación por el porvenir nacional -ya sea que miren con el ojo izquierdo o el derecho- apañar el proceso, y arreglárselas para quedarse con la última palabra.

Es cierto que algunos constituyentes demostraron cero comprensión de la alta y delicada función que les entregamos, no obstante, hay otras instituciones que no lo han hecho nada mal en su lenidad, pero ahí, todos salen a aceptar que las responsabilidades son individuales, o sea, “de mi general nomás”.

Asumiendo como un hecho de la causa, que toda obra humana es perfectible, lo que estamos llamado a votar el próximo 4 de septiembre, es el proyecto de Constitución que nos dimos por las vías que nosotros decidimos. Eso es lo que está sobre la mesa, eso es lo que hay que leer, tratar de entender con espíritu crítico, con inteligencia, y ojalá, buscando el bien común, y no sólo el propio. Lo que está ahí, es un hecho cierto; le puede gustar o no, pero de los cantos de sirena respecto a futuras reformas, no sabemos absolutamente nada, nadie puede decir con responsabilidad, de lo que hay, “vamos a dejar esto, y vamos a cambiar esto otro”, entre otras cosas, porque ningún sector político tiene el poder de decidir, y como pocas veces ocurre, el poder real -sobre la realidad que hay- lo tenemos usted y yo.

Ya sea que gane una opción o la otra ¿quién podrá discernir que porción de la votación ganadora, aprobó o rechazó el proyecto tal cuál, y que porción votó pensando en las reformas? NO HAY CÓMO SABERLO, a menos que hubiese una tercera consulta al respecto, que hasta ahora no está. La pregunta acerca de si Ud. quiere que sea el Congreso el que redacte, ya nos la hicieron en 2020, y dijimos que no. ¿Ud. quiere ahora que los congresistas se suban por el chorro, con cualquier pretexto, y con promesas que nadie sabe en qué se convertirán?

Suponga por un momento, que Ud. vota en conciencia por una de las opciones, puras y simples como están: apruebo o rechazo lo que me presentaron. ¿Por qué tendría que admitir que mi voto lo vulneren unos iluminados, que dirán que voté con una intención incomprobable, y eso sería -según ellos- que voté para reformar, aunque no tengo idea qué reformas?

Pongámonos serios alguna vez, y señores políticos, actúen con algo de responsabilidad, a ver si así alguien les empieza a creer. Lo que todos decidimos, fue un procedimiento en que se aprobó redactar de una cierta forma, una nueva Constitución, y someterla a plebiscito según el artículo 142 de la Constitución vigente:

“¿Aprueba usted el texto de Nueva Constitución propuesto por la Convención Mixta Constitucional?” o “¿Aprueba usted el texto de Nueva Constitución propuesto por la Convención Constitucional?”. Bajo la cuestión planteada habrá dos rayas horizontales, una al lado de la otra. La primera de ellas, tendrá en su parte inferior la expresión “Apruebo” y la segunda, la palabra “Rechazo”, a fin de que el elector pueda marcar su preferencia sobre una de las alternativas.”

Eso es lo que debemos votar, y decir o promover otra cosa, es faltar al juramento o promesa empeñada por cada legislador, de respetar nuestra legislación. Eso en un país con un déficit habitacional de alrededor de 650.000 viviendas, en que nos vienen a hablar desde sus cómodos DFL2, acerca de “la casa de todos”, es una frescura.

Escrito por: Arturo Castillo Cabezas, columnista.