Jiles o cuando la política se hace arte

1 de mayo de 2021

¿Es un arte la política?. Hoy se habla de la función de gobernar, el camino del poder, como lo insoslayable de la política. Pero en el abc, está la a y la b. Mostraremos la c, la cuestión olvidada de la política, esto es, el arte que ella es. Trataremos, en lo que permite la extensión de estas líneas, poder explicar esto.
En primer lugar debemos despejar la pregunta respecto del arte. ¿Qué es el arte?, ¿Cuándo estamos en presencia del fenómeno artístico. En el fenómeno que es el arte podemos ver al artista, obviamente, y lo que va a crear. Dos dimensiones asoman inmediatamente. El modo del crear y lo creado. Lo creado es algo nuevo, no existía antes y viene a aumentar la dotación de cuestiones creadas en el mundo. En el modo de crear advertimos, lo primero, que es la combinación. Nada nuevo creado sale de unidad. Es la mezcla y combinación de dos o mas elementos lo que permite crear lo creado. Supongamos. Hay en la orilla de la playa chilota, dos carpinteros de ribera. Ambos construyen barcos de pesca o cuter, como lo llaman los chilotes. Los barcos que ambos construyen, si bien siguen similares referencias, métodos y diseño espacial, nunca son totalmente iguales. Cada cual combina de manera distinta los elementos; aquel dobla la madera con un fuego distinto, este hace más profunda la línea de flotabilidad. En algún momento uno de los dos evolucionará el cuter a una perfección mayor logrando la mejor barcaza para los tipos de mar que surcan. Ya estamos viendo algo evidente. Que el arte es del artista. El artista funde, muestra su arte expresando su esencia o su alma; le da el toque particular y su mirada, a lo que crea.
El modo en que cada ser humano combina los elementos para crear algo, es su arte. El arte vendría siendo la capacidad humana de expresar el alma a través de lo creado. Si estiramos el argumento, podemos decir que cualquier actividad humana puede ser arte. En la política, en cuanto actividad humana, también es posible revelar el arte. O sea que en la búsqueda del poder y en el gobernar, también hay arte.
El objeto artístico bien hecho –cuando logra expresar el alma del que crea- seduce, gusta, atrae. O sea que un político que hace arte en la política, necesariamente debe ser querido, o al menos, admirado –aunque sea veladamente-.
Hace bastante tiempo que nuestra política no seduce. Más bien irrita, como un cuadro mal hecho, o una sinfonía desafinada. Es parte del problema de la política. El olvido del arte por parte de los políticos. Han reducido la política a números, formulas, mensuraciones. Lo mensurable define el canon actual de la política. Lo que se puede hacer seriamente en política –declama el político tradicional- es solo aquello que pueda ser sometido a mensura. ¿Cuál es el objeto de arte que debe construir el político?, la lectura actual y política de la aldea. El político debe establecer con rigurosa precisión, el mundo que habitamos, pero por sobre todo, el mundo del futuro que podremos habitar. Recupera así su condición de chaman, el jefe de la aldea que sabe lo que la aldea necesita para estar sana. Pero además el político agrega otra cuestión; el sabe cómo llegar a ese futuro, pues en sus viajes iniciáticos ya lo ha recorrido. La promesa de futuro queda hecha. Como un desafío que la aldea deberá meditar y tomar una decisión. Colón es el arquetipo del político. Tiene una visión basada en pequeñas certezas y grandes intuiciones. Sabe que debe ir a los reyes y convencerlos. Lo hace, delante de Isabel, despliega su relato y seduce, convence. Luego, descubre un continente.
Jiles está cerca del arte de la política. Ciertamente que si no está adentro, lo roza. Su desempeño busca despercudir, despertar. Atiza el fuego y las brasas ardientes lanzan chispas de furia. Muchas de esas chispas ciertamente la queman. Hasta ahora parece convencida de su misión. Un amigo dice que le da dos meses mas de vida política. Que luego se desinfla. ¿será así?, ¿Quién puede predecir el futuro?. Hasta ahora, tenemos a una vieja partisana cumpliendo su ultima misión, quizás olvidada en la vieja dictadura; llevar un mensaje crucial, cruzando las fauces enemigas, al otro lado del río, donde se encuentra su pueblo.

Escrito por: Javier Ruiz, sociólgo.