Hace algunos años la jornada de Halloween se ha adoptado en nuestro país como una más de las celebraciones populares. Niños con disfraces recorren las casas de vecinos exigiendo dulces y las estanterías de los supermercados instalan góndolas especiales para la ocasión, tal como en vísperas de la Pascua del Conejo.
Los padres se preocupan por la ingesta desmedida de azúcar en estas fechas, no hay que preocuparse en demasía por este desorden alimenticio que dura unos cuantos días según explicó la nutricionista y directora de la Escuela de Salud de la Universidad de O’Higgins, Estefanía González.
Sin embargo, el consumo permanente y excesivo de dulces el resto del año es preocupante, ya que Chile lidera el ranking de población con sobrepeso y obesidad en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
«Hay que tener en cuenta que la ingesta excesiva de azúcar es la principal causa de obesidad y enfermedades cardiovasculares», explica González, añadiendo que en el caso de los menores el problema puede ser más grave, toda vez que se «incrementa el riesgo de presentar complicaciones gastrointestinales, enfermedades cardiovasculares y diabetes a temprana edad».
Respecto del límite para el consumo de golosinas que contienen azúcar, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un consumo de 25 gramos de azúcar al día como máximo. Es decir, cinco dulces diarios».
Sin embargo, en Halloween esta cifra es largamente superada. Y uno de los factores es que el «mercado presenta una gran oferta de dulces, todos ellos muy tentadores, lo que hace al menos complejo cumplir con esta recomendación. De hecho, las niñas y niños siguen consumiendo estos dulces varios días después de la Noche de Brujas».
No obstante, Estefanía González comenta que «como esto ocurre una vez al año podemos ser algo más tolerantes con las dietas de niñas y niños, evitando siempre el abuso. Un par de días de desorden alimenticio no marcarán una gran diferencia en su estado nutricional, su salud dental o su comportamiento general. Lo ideal es que los padres incentiven la autorregulación en la cantidad y frecuencia, explicarles que comerse todos los dulces que puedan no es el mejor camino para disfrutar de esta festividad».
