Hacia la fundación de Puerto Williams. Primera parte. [Por Víctor Hernández Godoy]

27 de noviembre de 2022

Escribimos esta reseña en momentos en que la capital de la comuna de Cabo de Hornos, puerta de entrada al continente antártico conmemora 69 años de existencia. En el marco de los festejos ya tradicionales, se agregó este año la edición de la Feria del Libro organizada por la Secretaría Ministerial de Educación de la Región de Magallanes y Antártica Chilena, “Vendaval Cultural en Magallanes…leer, fantasear y soñar”, financiada por el Ministerio de Educación y producida por “Vientos Sur Producciones”.

Recordemos que Puerto Williams se fundó en el transcurso del mes de noviembre de 1953. En sus comienzos, recibió el nombre de “Puerto Luisa”, nombre establecido para ese lugar por el pastor anglicano Lawrence, quien se había casado con Nelly, una representante de la comunidad yagán, con quien tuvo una hija fallecida prematuramente, llamada Luisa. En primera instancia, la Armada de Chile decidió mantener el mismo nombre al lugar, iniciando de esta manera, la ocupación formal de isla Navarino.

No olvidemos que para ese momento el Estado de Chile había realizado las dos primeras expediciones a la Antártica en 1947 y 1948, fundando las bases “Arturo Prat” de la Armada y Bernardo O´Higgins del Ejército, haciendo efectiva la resolución adoptada el 6 de noviembre de 1940, cuando el Presidente Pedro Aguirre Cerda incorporó a través del Decreto N° 1747 parte del territorio antártico a la jurisdicción nacional. Más tarde, la Fuerza Aérea también sentaba presencia en la “Terra Australis Incognita” al inaugurar el 12 de marzo de 1951, la base Presidente Gabriel González Videla.

De modo que la creación de un nuevo pueblo al sur de Tierra del Fuego no fue ni una improvisación, ni tampoco una idea descabellada adoptada por el alto mando naval de la época. Más bien correspondió a la lógica sucesión de acontecimientos cuyas decisiones geopolíticas se extendieron durante toda la “era radical” (1938-1952).

Pese a las diferencias doctrinarias que existían entre el nuevo mandatario Carlos Ibáñez del Campo y sus predecesores, Aguirre Cerda, Ríos Morales y González Videla, recordado es su logotipo de campaña que simbolizaba una “escoba”, en que prometía barrer con los opositores, con el amiguismo en las reparticiones públicas, -en directa alusión a ciertas políticas poco éticas implementadas por los diferentes gobiernos radicales-, y con el exceso de burocracia estatal, había en el fondo, una gran similitud en la visión de un estado desarrollista que concentraba sus preocupaciones en el mundo asalariado y en la clase media. Ibáñez llegó al poder apoyado por miles de independientes y sólo dos partidos políticos de breve duración, el Agrario Laborista, y el Socialismo Popular. En su concepto, primaba un particular enfoque de las zonas extremas del país, en particular, la conexión que dicho gobernante observaba entre la entonces provincia de Magallanes y la Antártica.

En síntesis, la fundación de Puerto Luisa primero, y después Puerto Williams, obedeció a una política llevada a efecto por el Poder Ejecutivo que tuvo en Ibáñez del Campo a uno de sus más decididos intérpretes. En este contexto, la Armada Nacional encontró el respaldo institucional necesario para aplicar un antiguo proyecto, como señaló el historiador Rodrigo Fuenzalida Bade en el tomo IV página 1240 de su obra “La Armada de Chile. Desde la alborada al sesquicentenario”:

“Se hacía, pues, necesario, buscar un punto desde el cual se facilitara la acción de la Armada mediante una pequeña estación o base auxiliar, desde donde se pudiera operar con naves pequeñas y construir allí una población naval destinada a acrecentar con ello la soberanía nacional en la isla Navarino y su extenso e intrincado complejo insular. Con esta población se fomentaría el progreso y se podría obtener un aprovechamiento mejor de la zona en beneficio del país”.

Fuenzalida detalla y enumera varias de las irregularidades que justificaron la presencia de la Armada en aquel lugar:

“La explotación lanar en el área era deficiente y rudimentaria, la maderera descontrolada y clandestina. Igualmente la pesca y la caza. Se habían exterminado indiscriminada y descontroladamente valiosos y escasos ejemplares de la fauna aclimatada en la zona y los pobladores preferían recurrir a la autoridad argentina de Ushuaia para resolver sus problemas sanitarios y otros, en lugar de recabarlos en Punta Arenas, lugar más alejado, pero el legal y obligatorio”.

En el transcurso del verano de 1953 la Armada comenzó a bosquejar la construcción del pueblo. El apoyo del presidente Ibáñez y de su gobierno se reveló como fundamental para la materialización de la iniciativa.

“Desde el primer momento en Punta Arenas, en los círculos navales no se hablaba de otra cosa que de Puerto Luisa, como de una obra que no constituía una obligación más, sino algo que proporcionaba un inmenso orgullo en todos aquellos que en una forma u otra se vincularon a la erección de la nueva población. Quienes dieron el mayor impulso a esta iniciativa de la Armada fueron el activo almirante Donald Mc Intyre, Comandante en Jefe de la III a. Zona Naval y su jefe de estado mayor, capitán de fragata Jorge Borncheuer S., aun cuando los medios materiales de los cuales e podía disponer eran muy reducidos. Sólo se contaba en la zona con los patrulleros ´Lientur´ y ´Lautaro´, el transporte ´Micalvi´, el escampavía ´Sobenes´ y las barcazas ´Contreras´ y ´Díaz´.

Fuenzalida Bade asegura en su texto que en el mes de septiembre de 1953 (otras fuentes indican que fue en octubre) se trasladó a desde Punta Arenas a Navarino, la primera casa prefabricada enteramente por los artesanos navales.

Escrito por: Víctor Hernández Godoy, historiador, escritor, columnista,