Francisca [Por José Benítez Mosqueira]

16 de mayo de 2022

Conozco a los hermanos Pedro y Rodolfo desde hace cincuenta años, cuando estudiábamos en el liceo, jugábamos pichangas en los recreos y planificábamos los carretes de fin de semana.

Crecimos juntos.

El sábado pasado los acompañé en el último adiós a su hija y sobrina asesinada por los sicarios del barrio Meiggs.

Esta vez no nos abrazamos para celebrar un gol de nuestro equipo, sino para llorar en silencio el incomprensible y salvaje fin de la vida de su amada Panchita.

Comparto lo expresado por sus familiares, amigos, amigas y colegas del canal Señal 3 La Victoria, Francisca Sandoval Astudillo no partió, fue asesinada mientras cumplía labores informativas y de registro audiovisual del acto convocado por la Central Clasista de Trabajadoras y Trabajadores.

Su fuerte compromiso social la llevó ese día, como tantos otros, a las cercanías de la Estación Central, donde campean sin contrapeso los asesinos a sueldo que se escudan detrás de una supuesta defensa de los ambulantes que se tomaron hace tiempo las calles aledañas para vender todo tipo de mercaderías, legales y prohibidas.

Desde su época de estudiante secundaria y luego universitaria, la Panchita mostró un fuerte compromiso con los anhelos y esperanzas de su pueblo, tanto que sus padres recibieron algo de consuelo al ser abrazados por jóvenes y adultos anónimos que se acercaban con cariño a contarle algún episodio de ayuda y solidaridad protagonizado por ella.

“Así era mi Panchita”, me decía Pedro minutos antes de entrar a la sala donde velaban el cuerpo de su hija.

Los testimonios se sucedían uno tras otro, la garganta se nos apretaba y las lágrimas brotaban al oír a sus compañeros y compañeras, aún golpeados y sin comprender y aceptar lo que había ocurrido aquella mañana de desgracia, tristeza, dolor y sufrimiento.

El asesinato de una trabajadora de la prensa, reportera, testigo y víctima permanente de la represión policial en contra de los manifestantes, no puede ni debe quedar en la impunidad.

Por varias razones.

La primera, porque sin prensa libre e independiente no existe la democracia y la sociedad debe proteger a quienes ejercen labores periodísticas.

Segundo, porque en la ciudadanía reside el derecho a ser informado veraz y oportunamente.

Tercero, porque el crimen de Francisca debe ser aclarado completamente por la justicia y el o los responsables deben pagar con cárcel lo que hicieron.

Nuestra sociedad ha perdido sensibilidad y capacidad de asombro ante los sucesivos delitos que ocurren cada hora en todas las comunas del país.

Las autoridades deben salir de la inmovilidad en que están sumidas y comenzar a ejercer el mandato que les entregamos en las urnas.

No hacerlo puede llevarnos a un camino de violencia sin retorno.

Nuestras hijas, hijos, nietos y nietas, son lo más valioso que tenemos y el principal activo de Chile.

Cuidarlos y guiarlos en su desarrollo es una obligación, no una opción.

Espero que nunca más tengamos que lamentar la muerte de una periodista en el ejercicio de sus labores.

“Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente”.

Es la voz fuerte y preclara de Gabriel García Márquez.

Si la jauría que actuó impunemente en el Día de las y los Trabajadores piensa que nos amedrentará, se equivoca.

Seguiremos empuñando las únicas armas que conocemos; nuestros lápices, grabadoras, cámaras y celulares.

Escrito por: José Benítez Mosqueira, periodista.