En el reino de Howard Rheingold y las multitudes inteligentes [Columna Manuel Rodríguez]

13 de junio de 2021

Entras en redes sociales, en Facebook o en Twitter, y te sumerges en una especie de circo romano donde cada uno y todos los gladiadores combaten contra todos los gladiadores por su sobrevivencia.

En el espacio público postmoderno y virtual de este siglo XXI, el terreno de batalla de las redes sociales es un ancho espacio donde cada individuo parece luchar constantemente por su sobrevivencia y donde los grupos se aferran a sus creencias y valores, para disputar la hegemonía, que se mide en cantidades de “like”. 

Los seguidores en Twitter de artistas, deportistas, lideres políticos, empresarios, ciudadanos, dirigentes sociales, se miden por miles y millones, produciendo una jerarquía de “influencers”, es decir, de personas cuyas opiniones pueden generar corrientes de opinión.  Además, el algoritmo computacional te ofrece seguidores que piensan y escriben cómo tu piensas y escribes, produciendo una suerte de círculo cerrado dentro de una red abierta.

Han cambiado los conceptos de espacio público, de opinión pública, de ciudadanía.

El que tiene 10.000 seguidores, busca alcanzar los 20.000 y el que tiene 1.000.000 de seguidores, puede alcanzar el millón y medio o los 4 millones.

Al interior del espacio público virtual se dan batallas, victorias y derrotas, siempre transitorias, a medida que el público lector se desplaza en sus preferencias y rechazos.

La velocidad de la transmisión de mensajes, se une con la masividad y con la ubicuidad. En cualquier lugar donde te encuentres, puedes tomar una foto con el celular y enviar un Twitter a tus seguidores, con una denuncia, un comentario liviano, un dato de utilidad pública o una noticia en desarrollo.

Estamos viviendo en el reino de Howard Rheingold y sus multitudes inteligentes o “Smart mobs”.

¿Existen reglas cívicas que permiten ordenar el espacio virtual? ¿No es posible regular? Las grandes plataformas ya han implementado normas que les permiten combatir y dejar fuera de circulación a individuos que inventan mentiras y falsedades.  Fue el caso de Donald Trump.

En la carnicería abierta de las redes sociales, un tuitero irresponsable puede inventar o retuitear una falsa noticia y el “fake news” correrá por redes sociales en pocos segundos, hasta que el destinatario logre desmentirlo.

No deja de ser interesante anotar que fuera de las redes sociales, existe un mundo real, existe la ciudad donde vives, la región donde habitas, el barrio donde caminas, el planeta donde te mueves.

Y si no estás en redes sociales, el mundo sigue girando.

Escrito por: Manuel Rodríguez, columnista