Elecciones presidenciales más reñidas en Chile: 1999-2000 Capítulo 4. [Artículo de Víctor Hernández Godoy]

18 de diciembre de 2021

La Constitución de 1980 trajo una mejora sustancial al mecanismo para elegir Presidente de Chile. A diferencia de otras cartas fundamentales que tuvo el país en su historia, se estableció el principio de una segunda vuelta como fórmula electoral para decidir entre las dos primeras mayorías, siempre y cuando, ninguna candidatura hubiera obtenido el 50% más uno de los votos en la primera elección.

Es significativo destacar, que el balotaje de este domingo 19 de diciembre corresponde a la sexta ocasión consecutiva en que los chilenos escogeremos a la principal autoridad del país en una segunda vuelta presidencial. Hace cuatro años, en diciembre de 2017, Sebastián Piñera Echenique alcanzaba por segunda vez el sillón presidencial, derrotando al candidato del oficialismo, Alejandro Guillier Álvarez con el 54.58% contra el 45.42%.

En 2013, Michelle Bachelet Jeria doblegaba por amplio margen a Evelyn Matthei Fornet, 62.17% contra el 37.83%. El 17 de enero de 2010, Sebastián Piñera conseguía lo que parecía casi imposible: terminar con la hegemonía de la Concertación, impidiendo con su triunfo un quinto gobierno consecutivo de ese conglomerado. Esa noche de verano lograba un 51.61% contra el 48.39 % del ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle. El 2006 la suerte le había sido esquiva. En segunda vuelta, verificada el 15 de enero, su 46.5% obtenido resultaba inalcanzable para el 53.5% de Michelle Bachelet.

Más allá de los resultados finales, en todos los repechajes se ha mantenido inalterable la siguiente relación: Quien obtiene el primer lugar en primera vuelta, inevitablemente se ha impuesto en el balotaje. Así ocurrió el 2017, con Piñera ganando 36.64% contra el 22.70% de Guillier; Bachelet en 2013, con el 46.7% contra el 25.03% de Matthei; Piñera, con su 44.06% contra el 29.6% de Frei Ruiz Tagle el 2010 y la propia Bachelet el 2006, con el 46.5% contra el 25.41% alcanzado por Sebastián Piñera.

Precisamente, la excepción a esta regla no escrita estuvo a punto de cumplirse en la primera edición en que debutaba la nueva fórmula para decidir al Presidente. En efecto. El 16 de enero de 2000, hacía su estreno en Chile la segunda vuelta presidencial entre los candidatos Ricardo Lagos Escobar, representante del oficialismo y Joaquín Lavín Infante, de la oposición.

Un mes antes, el 12 de diciembre de 1999, Lagos se presentaba ante los ojos de la ciudadanía como amplio favorito para imponerse en los comicios. Casi nadie habría imaginado que se iba a producir una segunda vuelta. El candidato del Gobierno era un político vastamente conocido; miembro fundador de la Concertación y de uno de los partidos de esa coalición. En el programa televisivo “De cara al país” de la Universidad Católica de Chile Televisión, a propósito del plebiscito de octubre de 1988 enrostró públicamente, apuntando con el dedo índice al mismísimo general Pinochet, de querer “otros ocho años más de tortura, con asesinatos, con violación a los derechos humanos”.

Lagos fue un exitoso Ministro de Educación en la administración de Patricio Aylwin, y de Obras Públicas, en el gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle. A fines de mayo de 1999 se impuso en primarias a la opción de la Democracia Cristiana, el senador Andrés Zaldívar Larraín, con casi el 70% de las preferencias.

Su contendor principal Joaquín Lavín Infante, militante de la Unión Demócrata Independiente (Udi) había tenido una gran actuación como Alcalde de Las Condes, una de las comunas más prósperas del país. Desde allí, comenzó a pavimentar su postulación presidencial.

Todo el mundo sabía, sin embargo, que aquello no bastaba para alcanzar La Moneda. El primero que pareció tener claro ese concepto fue el propio Lavín, que se abocó a un trabajo frenético, recorriendo las regiones, visitando ciudades y pueblos por todo Chile. En más de una oportunidad, pernoctó junto a su esposa en casa de humildes pobladores.

Ricardo Lagos, en cambio, conocedor de la ventaja que le otorgaban la mayoría de las encuestas, se dedicó en los últimos dos meses de campaña en tratar de fortalecer las candidaturas parlamentarias de varios miembros de su bloque político. Podría decirse, que pecó de soberbia o de exceso de confianza. En algún momento, tildó a Lavín de “segundón”.

El día de la votación, Lagos obtuvo un 47.95% contra el 47.51% de Lavín, lo que significaba que había triunfado por escasos treinta mil votos, un sufragio por mesa, en promedio. Al final de la contienda, un abrumado Lagos manifestó: “He escuchado la voz del pueblo”.

De inmediato, hubo cambios en el comando del candidato. Aparecieron nuevos rostros como Soledad Alvear en remplazo de Carlos Ominami, pero la gente comprendió que la victoria de Lagos dependía de los votos que le endosara en segunda vuelta, la izquierda extra parlamentaria.

Esto es lo que precisamente aconteció en la jornada histórica del 16 de enero de 2000, cuando se conoció el triunfo de Lagos con el 51.31% contra el 48.69% de Lavín. El Partido Comunista y otras organizaciones políticas habían contribuido con su votación, en la victoria del hombre de la Concertación.

Este domingo 19 de diciembre, Gabriel Boric Font tiene la gran posibilidad de revertir la tendencia de las cinco segundas vueltas anteriores, en que por primera vez un candidato que salió segundo en la elección inicial, venza en el repechaje.

A su favor tiene el hecho que la diferencia entre él y su contendor, José Antonio Kast, -vencedor de la primera jornada- es de poco más de un 2%.

En este sentido, es importante que cualquiera de los dos candidatos obtenga una buena votación, que les permita lograr la presidencia del país con amplio respaldo popular. Están en juego la gobernabilidad y también, la legitimidad que otorga representar en democracia, a las mayorías que los eligen.

Escrito por: Víctor Hernández Godoy, escritor, historiador, columnista.