El zarpazo de la política [Por José Benítez Mosqueira]

14 de noviembre de 2022

El 15 de noviembre de de 2019, once máximos dirigentes de partidos políticos suscribieron y presentaron a la ciudadanía el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución.

Tres años después no tenemos paz social ni nueva Constitución.

De ese grupo de firmantes, entre otros el actual Presidente de la República, Gabriel Boric Font, más de la mitad perdió protagonismo político y no es incumbente.

Frente a la desobediencia civil y masivas manifestaciones ciudadanas que se venían produciendo desde hacía un mes en todas las regiones, las instituciones temblaban y temían caer ante la fuerza de las protestas, cuyos protagonistas no se amilanaban ante el embate de los policías y militares que copaban las principales calles y avenidas del país, provocando la mayor violación de derechos humanos desde el fin de la dictadura.

No es cuento, son hechos. Al menos cuatro organizaciones internacionales informaron que en Chile se transgredieron gravemente los derechos esenciales de centenares de personas, incluida mutilación ocular y abusos sexuales denunciados en diversas instancias de justicia.

En las caóticas jornadas posteriores al estallido, partidos y movimientos políticos, más los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, tardaron en despercudirse de la modorra en que estaban sumidos, sin saber qué hacer y dando testimonio con su inacción de la desconexión con la realidad cotidiana de la gente.

Lo que vino después fue salir de sus trincheras habituales para articular un diálogo transversal que buscara y encontrara una fórmula que diera una salida pacífica al conflicto que ya estaba desbordado.

Con el transcurrir de las horas y días, la respuesta institucional tomó la forma de un acuerdo amplio, del cual solo se restó el Partido Comunista aquella frenética madrugada en la que se dio a conocer a la opinión pública.

En lo medular, los líderes partidistas interpretaron que el descontento tenía un origen: la Constitución de Pinochet y las escasas reformas que se le hicieron en los gobiernos de la Concertación y Nueva Mayoría, incluidas las dos administraciones de Piñera. En consecuencia, había que cambiarla por una nueva carta de navegación que propendiera a la superación de los abusos y desigualdades históricas no resueltas por el modelo neoliberal imperante hasta hoy.

Transcurridos tres años y varias elecciones, el zarpazo que dieron aquella noche los políticos logró lo que se temía desde un principio, que intentaran cambiar todo para que nada cambie.

Faltando un poco más de un mes para que finalice el año, Chile está en un punto muerto y cada día que pasa se aleja más la posibilidad de tener una nueva Constitución, tanto que a estas alturas son muy pocos los que creen que esa sea la solución a los problemas crónicos y estructurales que aquejan a la población.

En tanto, la mayoría de los actores que dieron vida al Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución desapareció de la primera línea y sus sucesores, envalentonados por el categórico triunfo del rechazo, retardan la posibilidad de avanzar en las conversaciones con excusas pueriles, que no se condicen con la urgencia de introducir cambios al modelo.

El tiempo se está agotando y quizás sea el momento de explorar otros caminos, porque lo peor que puede pasar es que nuevamente se escondan bajo la alfombra las lacras sociales que hicieron posible el estallido de octubre y que permanecen de forma larvada.  

Escrito por: José Benítez Mosqueira, periodista.