El poder olvidado [Por Javier Ruiz]

12 de septiembre de 2022

Durante estos días, unos grupos políticos sacan cuentas alegres. Otros lloran a mares. Algunos no entienden lo que pasó. Otros se esconden. El presidente anuncia y da un giro hacia el centro. Los nuevos colaboradores tienen lazos con antiguos presidentes. Eso solo significa que estos antiguos presidentes harán oír su voz en las oficinas de la Moneda. La derrota del gobierno es profunda. Es un momento similar a cuando Piñera dejó de gobernar en los hechos durante el estallido. Sus ministros gobernaban por él. Toha y Uriarte gobernaran un tiempo por Boric, hasta que vuelva a encontrar la madeja. Serán sus asesoras “imperativas”.

Lo curioso es cómo la derecha se apropia de algo que no le pertenece. La victoria del rechazo no le pertenece a la derecha, pero la derrota del apruebo le pertenece entera a la izquierda. Y sin embargo, la derecha entra colada a la Moneda y pide cosas, sugiere acciones. Es el bamboleo de la política. El ir y venir del juego del poder. Hay que recordar que la izquierda logró llevar quinientas mil personas a su cierre de campaña. Del cierre de campaña de la derecha nadie sabe dónde fue ni cuantos llevaron.

 Pero cinco millones de personas que no habían votado antes, sin pertenecer a ningún bando de modo manifiesto, hicieron lo suyo. Dijeron algo bastante simple y que por estos días se sobreinterpreta; ese texto no. Nada más. Ese texto que ofrecen, no. Eso, que fue algo que estaba en la decisión íntima de cada persona, al ser puesto ahí, en un escrutinio público, se convirtió en algo colectivo, algo de millones, eso se convirtió en un poder; el poder de los que rechazan. El poder de los que rechazan no ha sido puesto ahí para la derecha, ese poder ha sido puesto ahí para decirle a una tendencia política, esa forma de ver las cosas, no. Ese texto, que expresa una forma de ver las cosas, una forma de ver el mundo, esa forma de ver el mundo, no. Y ahí se expresa un alma, una forma de ser y estar. La forma de una mayoría de chilenos. No somos de izquierda dice esa mayoría. Tampoco somos de derecha. Vivimos aquí de un cierto modo y queremos que ese modo persevere. No se puede pensar que estas personas no quieran cambio. Tampoco se puede pensar que estas personas sean absolutamente conservadoras. Todas las personas que no tienen una ideología política que conduce su forma de pensar, tiene ambas almas; cambio y conservación. Así se conducen en sus vidas diarias. Cambian algunas cosas que ya no sirven y conservan otras que aún les sirven. Así en todo. También en la política.

Por qué estas personas no votan. Esto es algo que los cientistas políticos dejaron de preguntarse. Como estas personas estaban fuera, daban lo mismo. No resultaban interesantes porque no votaban. No eran útiles, por lo que daba lo mismo saber las causas de su abstención. Hoy, después de la debacle seguro que se convertirán en objeto de estudio. La razón por que no votan es bastante simple. Si los que votan son los que aún creen en algo; la posibilidad de una idea, de un líder, de un grupo, los que no votan, por lógica deben ser el contrario; son los que ya no creen. Pero no creer no significa que no se observa, que no se mira lo que sucede. Los que no votan viven aquí, junto a los que votan, son parte de lo mismo, hacen las mismas y otras cosas que el resto. Sólo que ya no creen en la política. Es posible que diversas causas los hayan llevado a esa actitud. Mal que mal, no creer es una actitud ante la vida.

La política es un juego de máscaras y es un juego cínico. En las bambalinas de la política, el caldero de la verdad hierve de modo permanente y a él se acude para jugar el juego de qué bando lo sostiene más tiempo. Tras bambalinas siempre sucede esto. Mientras en el escenario, hay un caldero que hierve pero es de utilería, y allí actores de diversa calidad juegan el mismo juego pero para la galería. La verdad debe transformarse en mentira porque la mentira tiene algo de dulce, y hace más suave la realidad. La verdad cuando aflora destruye, desmonta, desarma lo armado y abre una situación de incertidumbre que puede traer caos. Mientras que la mentira hace más llevadera la vida. Nietzsche decía que la única verdad soportable es la mentira. Así también ocurre en la vida. No podemos soportar toda la verdad, por lo que la vida cotidiana  está hecha de silencios, pequeñas y grandes mentiras, dosis medidas de verdad, fantasías, ficciones, etc. Todo el amplio y bondadoso abanico de formas de la mentira que hacen más llevadero y hasta sabroso eso que llamamos vivir.

Pues entonces hemos caído en cuenta –volviendo  a la política- que la fachada que ella es, es muy probable y hasta natural, que con el paso del tiempo vaya dejando de ser creíble para un creciente número de personas. Uno de los juegos preferidos de los actores políticos consiste en declamar a viva voz; “volveremos a hacer creíble la política”. Y es posible que algunos lo logren. Al menos por algún tiempo. Pero estos que rechazaron, no son los que han vuelto a creer. Nada más lejos. Estos que rechazaron, obligados a pronunciarse, conminados bajo pena, a expresar su voz, la expresaron de modo nítido y macizo, como si entre ellos hubiesen celebrado una asamblea previa y se hubiesen puesto de acuerdo en el dictamen. Pero nada de eso ocurrió. Tampoco es azar que hubiesen concurrido de similar modo. Más bien, premunidos de una única arma, la interpretación que hacen de la vida que viven, es que fueron a la urna muy definidos. Y crearon un poder que no sabían que existía, pues ya hace mucho tiempo que no se ensayaba. El poder olvidado del rechazo.

El poder olvidado del rechazo, ensayado por última vez para sacar a un dictador de su dictado, creo un nuevo poder y ese poder fue tomado por los políticos. Y ese poder dio gobierno y paz. Dos cosas que faltaban en ancha medida. ¿Qué dará la expresión de este poder esta vez?. Más bien este poder sugiere tomar un nuevo horizonte, ya no el que se ensayaba. Un horizonte por donde haya aguas calmas, lo calmo que se pueda en estos tiempos, un horizonte que se parezca a la vida que estas personas del rechazo conocen y viven.

Escrito por: Javier Ruiz, sociólogo.