El Ministro de Hacienda. VII parte. [Por Víctor Hernández Godoy]

6 de marzo de 2022

Dedicaremos los tres últimos capítulos de esta secuencia, para referirnos a tres personajes que ocuparon la cartera de hacienda en tres épocas completamente distintas de la historia de Chile, pero que se asemejan en algo esencial: la preocupación por extender a través de distintos modelos de desarrollo, la seguridad social de los habitantes de nuestro país.

Felipe Herrera Lane (1922-1996) perteneció a esa casta de secretarios de Estado que hacen de la administración pública una especie de apostolado, en que buscan servir a los demás y no, a sí mismos. Se trata de personas altruistas, que a menudo desempeñan numerosas actividades aparte de su profesión o de su cargo, y que en ocasiones, como el caso que nos ocupa, suelen ser requeridos en otros países, donde consiguen llevar adelante sus propósitos y obtener el reconocimiento que merecen.

Nacido en Valparaíso en el invierno de 1922, Felipe Herrera exhibió desde muy joven aptitudes para los estudios y una habilidad especial para la comprensión de grandes textos de ciencias sociales y de matemáticas. En pleno auge del gobierno de Pedro Aguirre Cerda, ingresó a estudiar la carrera de Derecho en la Universidad de Chile. Unos años antes, influenciado por las ideas de la llamada República Socialista de Marmaduque Grove y de Eugenio Matte, y sobre todo por la conformación del bloque político del Frente Popular, Felipe Herrera sintonizó con el ideario del socialismo, ingresando a militar en ese partido cuando todavía era estudiante universitario.

Desde un comienzo, sintió una especial inclinación por la asignatura de Economía Política y de todas las materias que tuvieran alguna vinculación con ella. El tiempo que dedicaba al estudio no fue óbice para que participara activamente en política. En 1945 fue elegido Presidente de la Federación de Estudiantes de Chile (FEDECH). Dos años más tarde, en 1947, obtuvo con la más alta calificación, su título de abogado.

A fines de 1949 fue becado por el British Council para estudiar Ciencias Económicas en la famosa Escuela de Economía de Londres, en Inglaterra, donde se radicó hasta 1951. Allí se empapó de las teorías marxistas del célebre politólogo y economista Harold Laski, y principalmente de los planteamientos de John Maynard Keynes, en el momento en que Gran Bretaña iniciaba un largo proceso descolonizador con el gobierno del laborista Clement Atlee, quien a cambio, proponía la nacionalización de las industrias básicas y creaba entre otras medidas, el famoso sistema nacional de salud británico.

Felipe Herrera fue un estudioso y un observador aventajado de estas transformaciones económicas y sociales. A su regreso al país, fue nombrado a fines de 1952, Subsecretario de Economía por el Presidente Carlos Ibáñez del Campo y luego, por espacio de cuatro meses, desde junio a octubre de 1953, Ministro de Hacienda de aquél gobierno. En su breve permanencia en la cartera, sentó las bases para un programa económico, tendiente a ser empleado por cualquier administración futura y que se resumía en tres puntos esenciales: 1. Detener la inflación. 2.-Promover el desarrollo y la independencia económica y, 3.- Mejorar la distribución del ingreso.

De allí, fue designado como gerente general del Banco Central de Chile, institución en la que comenzó a incubar los grandes proyectos que lo harían famoso a nivel mundial. Varios de sus escritos, entre ellos, “Curso de política económica” (1950); “Los fundamentos de la política fiscal” (1952); “¿Desarrollo económico o estabilidad monetaria?” (1958) tuvieron amplia cobertura y repercusión en el ámbito de las nuevas perspectivas económicas en pleno apogeo de la Guerra Fría.

Al finalizar la segunda administración de Ibáñez del Campo en 1958, Felipe Herrera fue nombrado Director Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI). En esta calidad, junto a personalidades como el Presidente de Brasil, Juscelino Kubitschek (1956-61), concibieron el gran proyecto económico de integración continental, conocido como Banco Interamericano de Desarrollo, (BID) del cual, Herrera fue su primer Presidente, entidad que dirigió por espacio de más de una década.

El BID fue pionero en financiar proyectos educativos, científicos y tecnológicos. El propio Herrera solía afirmar: “Somos más que un Banco si recordamos que nuestro objetivo último es acelerar el desarrollo de América Latina toda”. Fiel a su espíritu de integración continental, escribió una veintena de libros en que formula numerosas propuestas para terminar con la pobreza, erradicar los extremismos nacionalistas, favorecer el acceso a la educación en todos sus niveles y promover el traspaso e intercambio de bienes culturales en todos los pueblos de Latinoamérica.

Pudo ser Ministro de Hacienda en el gobierno de Salvador Allende, aunque prefirió encabezar la comisión chilena que organizó la famosa Tercera Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) que se celebró en el edificio Gabriela Mistral, en Santiago, con presencia de ciento quince delegaciones de todos los países del mundo, desde el 13 de abril al 21 de mayo de 1972.

Herrera Lane fue también, Presidente del Consejo del Fondo Internacional para la promoción de la Cultura de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y Cultura (UNESCO). Una de sus últimas publicaciones, “El Banco Interamericano de Desarrollo: experiencias y reflexiones”, (1989) recoge las principales medidas adoptadas por el organismo en un lapso de un cuarto de siglo, tendientes a reducir la pobreza y mejorar el nivel de vida entre los pueblos de América.

Felipe Herrera falleció en septiembre de 1996 dejando tras de sí, un inmenso legado histórico e inmaterial, que trasciende desde el ámbito de las ciencias económicas a la cultura universal.

Escrito por: Víctor Hernández Godoy, escritor, historiador, columnista.