El Ministro de Hacienda. Segunda parte. [Artículo de Víctor Hernández Godoy]

28 de enero de 2022

Jorge Cauas había sido un militante demócrata cristiano ejemplar. Ingeniero civil de profesión, titulado en la Universidad de Chile, tenía además un Master en Economía en la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos.

Desde muy joven simpatizó con las ideas falangistas. Admirador de Eduardo Frei Montalva, fue uno de los principales asesores técnicos del programa económico que impulsó aquél mandatario y que se conoció como la “Revolución en Libertad”.

Una parte de las reformas estructurales que propiciaba Frei, necesarias para profundizar cambios sustanciales en la educación, la vivienda, la agricultura, requería instalar a un representante del gobierno en el Banco Central. Después de varias tratativas, Cauas fue designado para ese cargo el que ocupó con singular éxito, desde 1967 a 1970.

Con la llegada de la Unidad Popular al poder, Cauas asumió la dirección del Instituto de Economía de la Pontificia Universidad Católica de Chile y más tarde, en 1972, fue elegido como Director del Centro de Estudios para el Banco Mundial. Luego de un retorno a la vicepresidencia del Banco Central, recibió en julio de 1974 una llamada para presentarse en La Moneda. Debía jurar como Ministro de Hacienda.

El general Pinochet recién investido como Presidente de la República se aprestaba a estrenar el proceso de regionalización, cuando tuvo que hacer varios ajustes en su gabinete. La inflación y el desempleo se habían disparado en los meses posteriores al golpe de Estado de septiembre de 1973. Con este panorama, Pinochet realizó las primeras modificaciones sustanciales a su equipo de trabajo. Mientras Jorge Cauas era nombrado como Ministro de Hacienda, en Economía asumía un hombre de poca figuración pública, pero del que todos hablaban y se referían en privado como al más capacitado entre una brillante generación de jóvenes economistas formados en la Universidad Católica primero, y en la Universidad de Chicago, después: Sergio de Castro.

Pese a los anuncios, las transformaciones se aplicaron luego que la Marina, a cargo del área económica, impusiera la tesis de adoptar medidas neoliberales, en desmedro de las soluciones estatistas que preferían los jefes de las otras ramas de las Fuerzas Armadas. Había una razón de fuerza mayor para buscar cambios. La inflación en 1974 había alcanzado un record de 375.9% y el desempleo se había elevado a un 9.1%. Al respecto, un informe de la revista “Ercilla” publicado en la edición del 11 de febrero de 1975, reveló un estudio del Departamento de Economía de la Universidad de Chile que demostraba que un cesante tardaba en promedio en nuestro país 8,4 meses en encontrar trabajo.

En esta condición, Cauas que contaba con la aprobación de Pinochet, presentó su plan para recuperar la situación económica. El Decreto Ley Nº 967 confirió al titular de Hacienda poderes nunca antes vistos en la historia republicana de la nación. A excepción de Corfo, Defensa y Odeplán, todos los ministerios quedaron subyugados a las directrices que emanaban desde la oficina de Cauas. Éste nombró en cada cartera a un subsecretario con dedicación exclusiva para el manejo de fondos reservados; ordenó que todos los ministerios redujeran personal y rebajaran su presupuesto anual entre un 15 y un 25%. Se iniciaba así, la política de shock que el semanario “Qué Pasa” -cercano al régimen- justificó con el siguiente comentario: “La emergencia económica exige una virtual dictadura económica”.

Para enfrentar la crisis, el gobierno puso en marcha el Programa de Empleo Mínimo (PEM) que sólo en el primer año ocupó a más de 125.000 trabajadores, quienes percibían el 75% del salario mínimo a través de esta modalidad.

Sin embargo, la política de shock era el preludio de algo mucho más amplio. Se incubaba la implementación de un modelo económico nuevo atribuible a los profesores Milton Friedman y Arnold Harberger de la Universidad de Chicago y estudiado por los posgraduados en esa institución académica, provenientes de la U. Católica de Chile, entre ellos, Andrés Sanfuentes, Juan Villarzú, José Luis Zavala y sobre todo, Sergio de Castro.

Había llegado el momento de poner en práctica “El Ladrillo”, nombre que recibió el borrador que redactaron entre 1972 y 1973 varios economistas –entre ellos los mencionados anteriormente- que promovían una serie de medidas tendientes a disminuir al mínimo el papel del Estado en el ámbito económico, favorecer la privatización de las empresas, atraer la inversión extranjera, en síntesis, abrir el país al libre mercado.

De Castro había ingresado al nuevo gobierno casi inmediatamente después del golpe de Estado. El 14 de septiembre de 1973 fue visitado en su domicilio por miembros de la Armada, que le transmitieron una orden del almirante José Toribio Merino, de presentarse ese mismo día en el Ministerio de Defensa. Esa tarde el almirante le dijo: “Usted va a ser el asesor del general González, el ministro de Economía”. Después de un largo rato de espera apareció el citado general con “El Ladrillo” debajo del brazo. En ese instante, De Castro comprendió que había llegado el momento histórico de poner en práctica las ideas que planteara en la “Cofradía Náutica del Pacífico Austral”, institución conformada por connotados elementos golpistas.

Empezaba la Era de los Chicago Boys.

Escrito por: Víctor Hernández Godoy, escritor, historiador, columnista.