El Ministro de Hacienda. Primera parte. [Artículo de Víctor Hernández Godoy]

21 de enero de 2022

El Presidente electo, Gabriel Boric Font, procedió a entregar al país los nombres de su primer gabinete de gobierno.

Es un momento difícil y de mucha expectación para cualquier Jefe de Estado. Y no es para menos, considerando que entre el día de la elección presidencial –en este caso, la segunda vuelta- y la toma del poder, transcurre casi tres meses, lo que genera mayor incertidumbre y por qué no decirlo, un aumento de las expectativas en la ciudadanía.

En otros países, el cambio de un gobierno a otro se produce con mayor rapidez. En el Reino Unido por ejemplo, (con un sistema parlamentario de gobierno) casi no se percibe la salida de una administración y el comienzo de otra. En general, en los países desarrollados el Jefe de Gobierno designa a su gabinete con antelación, independiente del día en que asume el mando de la nación.

Durante todo ese tiempo la opinión pública va conociendo nombres de posibles ministros, nombres que muchas veces no ocurren en la realidad. En Chile, desde hace varias décadas el rumor sobre quién ocupará la cartera de Hacienda, ocupa un espacio de singular importancia. Se puede percibir desde las noticias que nos acompañan diariamente hasta en una insustancial conversación citadina.

Por lo visto esta preocupación no es reciente. Un breve repaso de nuestra historia política nos demuestra que muchas veces, el titular de Hacienda tiene más poder que el propio Jefe de Estado. En los albores de la República, en la administración del Presidente José Joaquín Prieto, (1831-1841) el encargado de resguardar las arcas fiscales era tratado como un presidente en la sombra. Recordemos que en ese entonces, el gobierno sólo disponía de tres ministerios: Interior y Relaciones Exteriores; Guerra y Marina y Hacienda. En 1837, a instancias del mismo Portales y de Mariano Egaña, se creó el Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública.

A menudo asociamos esa época con la figura de Diego Portales. Escuchamos por ejemplo, que este personaje tuvo un poder omnímodo, que aparecía como una especie de terror para los subordinados. La verdad es que Portales tenía una doble vida; en la mañana era el más estricto de los funcionarios, pero al caer la tarde, solía frecuentar las populares “chinganas”, a donde acudía a bailar y tomar en compañía de hermosas jovencitas. Esta debilidad humana del ministro de hierro la conocía el titular de Hacienda, Manuel Rengifo.

De vez en cuando, Portales iba a saludar a Rengifo con el ánimo de solicitarle recursos extras que el titular de Hacienda consideraba era para saldar alguna deuda de su juerga nocturna. Rengifo ubicaba a Portales desde el fracaso de éste en el negocio del tabaco en Valparaíso, en el tiempo de la consolidación de la Independencia.  Por eso, a sabiendas de la historia despilfarradora de su compañero en el gabinete, al verlo llegar a su oficina le respondía con dureza: “No hay plata señor Ministro”.

Un caso similar lo vivió un siglo más tarde, el Presidente Arturo Alessandri. Durante su segunda administración 1932-1938, tuvo en el Ministro de Hacienda Gustavo Ross Santa María, el baluarte en el cual descansaba gran parte de su programa de gobierno.

Ross –un especulador de la Bolsa- era reconocido en el gabinete como el “mago de las finanzas”. En este hombre cifró Alessandri la recuperación de la actividad macro económica del país, luego de los terribles meses que sucedieron a la renuncia del Presidente Carlos Ibáñez, el 26 de julio de 1931.

Alessandri que solía caminar todas las tardes por la Alameda en compañía de su fiel perro gran danés “Ulk”, admiraba, respetaba y hasta temía a las reacciones de Ross. El Presidente, conocido por frecuentar cafés, bares y uno que otro lupanar, tenía la costumbre de excederse en los gastos. Con el propósito de conseguir algún dinero para su escuálido bolsillo, y tal vez para lograr mayor intimidación, en más de una oportunidad, frecuentó a su ministro en compañía de “Ulk”, pero la respuesta era invariable: “Por ningún motivo señor Presidente”.

Muchas veces los ministros requieren de la confianza del Presidente para hacer una buena gestión. Eduardo Frei Montalva llegó al poder con un proyecto político conocido como “La revolución en libertad”, que pretendió realizar en el país una serie de reformas estructurales. Frei entró a La Moneda con un programa de trabajo definido y una de sus primeras medidas, fue nombrar como Ministro de Hacienda al joven economista de treinta y seis años, Sergio Molina Silva, quien por espacio de un decenio, 1954-1964 había ocupado la dirección de Presupuestos. En paralelo a su labor de ministro, fue además presidente del Banco Central. Se le recuerda porque en su gestión y con su visto bueno, se puso en marcha la Reforma Agraria, se creó el Ministerio de la Vivienda y Urbanismo y se implementó la reformulación del sistema educativo chileno.

Eduardo Frei reemplazó a Sergio Molina en Hacienda en marzo de 1968, con un joven abogado de treinta y dos años, experto en temas tributarios, que se había desempeñado hasta esa fecha como subsecretario de esa cartera, Andrés Zaldívar Larraín, quien incluso, aunque por un breve período llegó a ser Bi ministro, dirigiendo Hacienda y Economía.

No olvidemos que fue el ministro Andrés Zaldívar que entregó la caja fiscal al gobierno entrante, encabezado por el Presidente Salvador Allende que se aprestaba a vivir los llamados “mil días de la Unidad Popular”.

Escrito por: Víctor Hernández Godoy, escritor, historiador, columnista.