El horror no puede ser explicado con peras y manzanas, aunque, con el debido talento, es muy factible llevarlo al cómic.
Art Spiegelman lo hizo. Y de qué manera.
Brillantemente. Brutalmente.
El nazismo, como todos sabemos, asesinó en campos de concentración a más de 6 millones de personas de origen judío y al menos otros 5 millones de origen gitano y disidentes alemanes, franceses, polacos, entre otros.
Los sometieron al horror. Los gasearon, los apalearon hasta destruirlos, los mataron de hambre y frío. Los dejaron morir enfermos. Los balearon. Los empujaron a suicidarse contra las alambradas electrificadas.
El famoso dibujante de origen sueco, pero que publicó en Estados Unidos su novela gráfica “MAUS”, retrató con su lápiz el dramático derrotero de su padre Vlad y su esposa Anja por Auschwitz y antes y después por el proceso de destrucción social y cultural que impuso en nazismo en Europa.
El detalle de su investigación está reflejado también en su famosa novela. Desde los años iniciales en que el nazismo comienza a emitir claras señales violentas, hasta que la violencia se convierte en un pan de cada día en plena Segunda Guerra Mundial.
En estos años del siglo XXI en que el sistema de educación continúa imponiendo el “El Cid Campeador”, entre otros clásicos españoles, que “MAUS” no sea parte de las lecturas recomendadas para los adolescentes que cursan la enseñanza media, es cuando menos extraño. Una falta significativa.
El horror sucedió hace muy poco y fue provocado no por un Aliens venido de otro planeta sino por otros hombres (sobre todo hombres) que cayeron como una tormenta sobre el resto de la humanidad.
Cualquier sesgo de moralidad, devenido de cualquier religión, fueron apagados durante el gobierno de Adolfo Hitler.
Se ha dicho tantas veces y tantas veces deberá decirse y contarse lo que sucedió entonces.
Recordar a Vladek, recordar a Anja, y en ellos a millones.
Recuerden “MAUS”.
