El difícil arte de construir mayorías [Columna de Manuel Rodríguez]

5 de enero de 2022

Una de las definiciones claves del ejercicio democrático, sobre todo en una democracia representativa, es el concepto que para conquistar y ejercer el poder los actores políticos involucrados deben aplicar el arte de construir lógicas, discursos y espacios de mayoría, para que, representando lo más fielmente posible las demandas de sus representados, puedan ejercer el poder.

Ser mayoría no es suficiente para ejercer el poder y el gobierno.

En el juego abierto de coaliciones y alianzas, cualquiera sea su duración en el tiempo, la construcción de mayorías depende -entre otros factores- del reconocimiento más o menos explícito de la diversidad realmente existente, de los distintos intereses en juego (intereses de clase, económicos, políticos, territoriales, sectoriales, culturales…), de las reglas y normas que rigen el campo de lo político y de la capacidad de articulación de cada actor para concitar un marco de acuerdos comprensivo y suficiente.

Construir mayorías, dentro de una determinada correlación de fuerzas, es un ejercicio de realismo.

Realismo o pragmatismo donde, se sacrifican logros inmediatos y de corto plazo, en beneficio de alcanzar metas de mediano y largo plazo; donde hacer que los demás actores se desgasten en el minucioso juego de la coyuntura, puede lograr que más adelante, lleguen cansados, agotados a la mesa de negociación, donde ganadores y perdedores tratan de ocultar sus desventajas; donde prevalecer depende tanto de lo que das ganando, como de lo que recibes perdiendo, y viceversa.

La actual discusión para la elección de la mesa de la Convención Constitucional y los recientes debates en el Congreso, dan cuenta precisamente del hecho que asistimos a un escenario de dispersión del cuadro político, donde las coaliciones no son suficientes para unir y formar mayorías, lo que las obliga a conversar y dialogar para construirlas. Lo que está en juego en la Convención es estratégico, porque allí se definirán las reglas de la convivencia democrática en los próximos decenios y cada actor político sabe que se juega en cierto modo su destino y el futuro del país.

Los límites de cada coalición se vuelven difusos, los programas ideológicos no son suficientes, la construcción de mayorías supone reconocerse entre diversos iguales, asumir la complejidad de los intereses en disputa, respetar las reglas y articular eficazmente esa diversidad, para ejercer el poder y el gobierno.

Escrito por: Manuel Rodríguez, columnista.