El derrumbe cultural e intelectual de la derecha [Columna de Manuel Rodríguez]

17 de febrero de 2022

¿Cuál es el proyecto de país futuro de la derecha en el Chile actual? ¿Restaurar el orden pinochetista de los años setenta y ochenta del siglo pasado? ¿Construir una sociedad neoliberal abierta a la globalización y plena de derechos y garantías para los propietarios del capital y de la riqueza?

En Chile la derecha -ese sector socio político basado en la defensa y protección de la propiedad privada, las libertades de comercio y de transar, y en un Estado al servicio de los intereses privados y que rige el orden establecido- viene sufriendo sucesivas derrotas electorales, desde el 2018 en adelante, entre las cuales la más resonante y significativa fue la derrota del Rechazo y la elección de la Convención Constitucional.

Pero debajo de la derrota electoral de 2018, 2019 y 2020, un episodio aparentemente superficial y coyuntural, subyace una derrota intelectual profunda.

Los triunfos de la derecha son apenas políticos y están relacionados con el logro de obtener el poder político, mientras conservan y mantienen el poder económico. Pero perdieron el poder cultural.

La derecha chilena se extravió en el pantano del pinochetismo y el neofascismo desesperado, representado por los republicanos y la candidatura presidencial de extrema derecha de Kast. Los dignos liberales y conservadores de la derecha tradicional, bajaron sus banderas, escondieron sus peregrinos disfraces de la «centro derecha», sacrificaron las libertades individuales en nombre del militarismo disfrazado de seguridad, anunciaron zanjas y persecución ideológica a la izquierda y dieron rienda suelta al lenguaje del odio racial, de la xenofobia y de la discriminación, en una bacanal de fanatismo ultrista que ningún líder de derecha fue capaz de frenar.

Hemos de reconocer que no existe en Chile una derecha. Probablemente está en vías de extinción aquello que llaman derecha, a ese sector que defendía la democracia -aunque sea censitaria hasta 1925- y los derechos y libertades individuales, en un esquema tradicional de «derecha, centro e izquierda», porque las tormentas de la postmodernidad han derribado todos los muros, incluyendo el de Berlín, y los derechistas no parecen comprender un mundo donde los cambios están sucediendo delante de sus ojos.

Chile tuvo alguna vez una derecha conservadora y liberal que defendió con dignidad sus intereses y realizó gobiernos con un sello progresista (aunque la palabra suene moderna) como Manuel Bulnes, José Manuel Balmaceda o Arturo Alessandri, pero ni sus propios ideólogos son capaces de defender a Balmaceda, porque tienen que reconocer que la misma oligarquía conservadora le provocó una guerra civil al digno gobernante, hasta empujarlo al suicidio el 19 de septiembre de 1891.

La derecha liberal no reconoce ni siquiera al Presidente José Manuel Balmaceda, representante y líder del Partido Liberal. En otros tiempos, eso se llamaría deslealtad política e intelectual.

Ya no quedan ni conservadores ni liberales como en los viejos tiempos cuando existía una democracia ilustrada, porque ahora toda la derecha cerró los ojos y la mente y vendió su alma al pinochetismo neofacista, no solo porque trajo a la memoria colectiva las violaciones a los derechos humanos que aplicó la dictadura, su dictadura mientras ellos estaban en el gobierno, sino también porque se trataba de detener a toda costa el «peligro» de los cambios por un Estado de Bienestar propiciados por Gabriel Boric.

Pero, en realidad ¿defienden las libertades individuales, el libre ejercicio de la actividad emprendedora, la libertad de comercio? En los hechos, el programa de Kast y de toda la derecha obnubilada, era solo una tentativa por tratar de mantener lo esencial de la Constitución de 1980 y el mismo modelo neoliberal que enriqueció a unos pocos y empobreció a la mayoría.

La derecha chilena del presente se vuelve hacia un militarismo trasnochado. Ese sector político que se inscribe dentro de la denominación de derecha, no puede explicar cómo les gustan tanto los cuarteles y los uniformes militares, pero al mismo tiempo, asesinaron a dos Comandantes en Jefe del Ejército, René Schneider y Carlos Prats, porque no servían a sus intereses de clase. La derecha en Chile, tan militarista, tiene el estigma histórico y el peso moral de ser el único sector político responsable del asesinato de dos generales del Ejército.

¿La derecha defiende en realidad la propiedad privada en el Chile de hoy? El propio Carlos Marx les escribiría otra vez el Manifiesto, para recordarles que la propiedad privada es un atributo del que solo pueden gozar unos pocos en este país, mientras la gran mayoría de los chilenos está siendo expropiado diariamente de su propiedad y de sus fondos de pensiones por las AFP, de su derecho a un trabajo digno, a una salud y educación gratuita y de calidad y de un sueldo decente, y vive sumergido en deudas, aplastado por desigualdades y abusos, acumulando enfermedades y depresiones. Si el medio ambiente votara en Chile, los árboles, los ríos, los mares, los bosques y los glaciares votarían contra la derecha, reclamando por su derecho a ser el espacio natural donde todos vivimos, incluso los ciudadanos votantes de derecha.

Adam Smith debería explicarle a los clientes y consumidores de las grandes cadenas de supermercados y farmacias, cómo funciona la libertad y la ley de la oferta y la demanda, cuando sus gerentes se ponen de acuerdo y se coluden para fijar precios de los productos, en este capitalismo piramidal y de desastre. Los teóricos de la Escuela de Chicago, tan fuertemente críticos del rol del Estado en la economía, deberían explicarnos cómo es posible que ese Estado tan «nefasto, engordado, grasiento e ineficiente», entrega multimillonarias subvenciones, leyes de excepción, bonos y beneficios tributarios a los mismos grandes empresarios que critican al Estado, que les cubre sus deudas y sus inversiones, «provisoriamente» pero a lo largo de 10, 20, 30 y más años, recursos fiscales que -dicho sea de paso- salen del bolsillo de todos los ciudadanos contribuyentes.

Los trabajadores precarios y el «boletariado» se rebelarían y desconectarían sus computadores, si comprendieran la estructura desigual de dominación que la derecha adorna bajo la etiqueta de libertad y de sociedad de oportunidades. ¿La ley es realmente igual para todos?

¿Cuál es el proyecto futuro de país que defiende o propone la derecha en Chile hoy?

Hasta que alguien diga lo contrario, su proyecto político -impregnado de pinochetismo desesperado y de restauración militarista- parece ser volver al año 1980, algo así como retornar al siglo XX. para volver a vivir una guerra fría que terminó hace 30 años.

Escrito por: Manuel Luis Rodríguez, columnista, Centro de Análisis de Política y Prospectiva, CPyP Chile.