El azaroso legado de los tiempos mejores [Columna de José Benítez]

30 de mayo de 2021

A horas de que el Presidente Sebastián Piñera entregue su última cuenta pública en el Congreso, sus asesores se mueven presurosos por los pasillos de palacio tratando de espantar los fantasmas cada vez más reales de una gestión de cuatro años vacía de resultados que le permitan trascender y pasar a la posteridad.

Desde una posición privilegiada para observar lo que ocurre detrás de los muros del poder, mi informante me cuenta que en las últimas horas se ha redoblado la actividad en el segundo piso, que el noble oficio de amanuense de discursos ha caído en el descrédito y que la idea de abandonar el barco, nuevamente ronda su agitada cabeza.

Y no es para menos, cada vez es más difícil encontrar una mísera idea de la cual aferrarse para salir a flote. Han revisado una y otra vez, como en un check list de supermercado, y nada; los tiempos mejores están vacíos, la sola imaginación no da el ancho para mantener la atención de la audiencia.   

En ese escenario, el ministro secretario general de la Presidencia, Juan José Ossa, se apresuró este domingo a remarcar en un diario de circulación nacional lo que considera será el legado de esta segunda pasada de la derecha por La Moneda.

Sólo dos temas están ahí, por lo demás bastante discutibles: el acuerdo político post revuelta y el manejo de la pandemia. Hablando corto y claro, insuficiente para llamarlo legado, no al menos en la dirección que pretenden los adláteres del piñerismo.

Así, como en una cruel profecía autocumplida, el azar de la tragedia marcó en el horizonte una salida más o menos digna al entuerto de un periodo de gobierno intrascendente y banal. Esta vez, los 33 mineros fueron reemplazados por el virus Covid 19 y la impúdica apropiación del acuerdo político que le permitió zafar al Ejecutivo de la revuelta que amenazaba con tumbarlo.

En un otoño santiaguino sin lluvias, el ministro de la Segpres abrió igual el paraguas y aseguró en la entrevista dominical de La Tercera, que “la forma en que se han conducido problemas tan grandes -el estallido social y la pandemia- va a ser bien valorada con el paso del tiempo”.

Sabedor de que navega sobre aguas turbulentas, no le puso plazo a esa añorada buena valoración que espera llegue “con el paso del tiempo”. Total, qué importa, si en un país que se caracteriza por su mala memoria histórica, análisis como el de Ossa son perfectamente posibles y hasta esperables.

En la otra vereda, el ejercicio de la oposición es escarbar en el lado B y recordarle a la ciudadanía que “el legado de Piñera serán las violaciones a los Derechos Humanos” durante la crisis social y que “esto no puede quedar impune”. Así lo subrayó la diputada socialista Maya Fernández, presidenta de la comisión especial de la Cámara de Diputadas y Diputados que investiga los abusos cometidos por las fuerzas de seguridad desde el 18 de octubre de 2019.

Asimismo, el intento de capitalizar el estallido y la pandemia ha sido severamente cuestionado por la clase política, que a su vez también soporta los embates de ser cada vez menos creíble.

El ministro lo sabe e intenta salir jugando cuando le recuerdan que es un aprovechamiento. “Nosotros no queremos capitalizarlo”, sentencia. Y luego argumenta que las decisiones tomadas han sido claves para escribir este capítulo de la historia de Chile, “y eso sí es parte de su legado como Presidente”, cierra.

El éxito o fracaso de su vaticinio lo conoceremos a gotas, como en el ancestral suplicio chino, pues aunque no lo diga, los resultados de las sucesivas elecciones que se vienen en los próximos meses se encargarán de escribir el verdadero legado.

Escrito por: José Benítez Mosqueira, periodista.