Cuando el ecologismo se convierte en neo nazismo: de cómo ONGs extremas y millonarios alientan el despoblamiento de la Patagonia (Por Claudio Andrade)

15 de abril de 2024

El colonialismo verde no ha dejado de crecer más o menos solapadamente en los últimos 30 años en la Patagonia. Sus referentes han sabido controlar sus impulsos publicitarios, pero no lo suficiente como para que la sociedad no acceda a la información de sus “avances”.

En sus vertientes más extremas el ecologismo del que somos testigos se emparenta al nihilismo, la negación de la humanidad como proyección, y también ha mutado en una de las formas más modernas del nazismo.

La idea de que hay seres humanos superiores a otros -aquellos que se muestran comprometidos con la naturaleza y utilizan ropas recicladas de determinadas marcas norteamericanas- se va volviendo más y más evidente.

El sur siempre fue un territorio de promesas y olvidos. Cuentan que antes de morir, Bernando Ohiggins, padre de la patria en Chile, pronunció las palabras “Magallanes, Magallanes” tal vez apuntando a un futuro lejano pero lleno de expectativas.

Durante el gobierno militar de Augusto Pinochet la región que componen Magallanes, Tierra del Fuego y la Antártica chilena, permaneció en las sombras. Algunos disidentes eran enviados a Puerto Natales a pagar por sus culpas políticas. Pueblos como Natales se alimentaban del trabajo que les entregaba la mina de Río Turbio, Argentina, ubicada a 30 kilómetros. La carencia y aislamiento eran la moneda de uso cotidiano, según recuerda quien escribe estas líneas.

Hasta que en momento, mediados de los 80, el turismo internacional comenzó a redescubrir una tierra donde poco y nada se había hecho y los gigantes de hielo y gratino como las Torres del Paine, el glaciar Perito Moreno y el Fitz Roy se elevaban ante los ojos de quien se atreviera a conocerlos.

Dos de estos nuevos descubridores fueron Douglas Tompkins e Yvon Chouinard que llegaron a El Chaltén a fines de los 50 y se imaginaron a sí mismos como los verdaderos descubridores de la Patagonia. A su vuelta, Tompkins fundó North Face y Chouinard Patagonia Inc. Patagonia se fundo en 1973 y North Face en 1966. El resto es historia conocida y hoy entre ambas facturan más de USD 10.000 millones anuales amparadas en la imagen “patagónica” que proyectan sus marcas. Libertad, reciclaje y soledad. Mucha soledad. La cifra es similar a las exportaciones conjuntas que realiza Chile gracias al litio y la salmonicultura.

En los 90 Douglas, jubilado de los negocios aunque no de sus fantasías mesiánicas, desembarcó en Chile con una idea: convertir el país en una gran reserva natural. El problema era, claro, que Chile tenía y tiene su propia cultura y población.

Según han denunciado los propios vecinos de Aysén y cercanías, y legisladores como el diputado Miguel Angel Calisto, cada vez que Tompkins compraba un campo expulsaba toda actividad ganadera y por supuesto a los baqueanos que debían resignarse a vivir en la ciudad. Este sistema de expulsión del “local” ha continuado con su viuda Kris Tompkins.

A la cruzada de los Tompkins y Chouinard se unieron otras fortunas millonarias como las de David y  Susan Rockefeller, quienes auspician la poderosa ONG Oceana. Y a ellos, Hansjörg Wyss, otro multimillonario fundador de Wyss Foundation. Sus fortunas unidas suman más de USD 510.000 millones de dólares. La lista sigue pero estos son algunos de los más notables.

ONGs que trabajan asociadas de diversas maneras con estos millonarios se vienen oponiendo a cualquier desarrollo industrial y económico en el del continente mediante complejos recursos jidiciales. El trabajo no termina allí, puesto que también tienen “embajadores” que van casa por casa a lo largo de toda la Patagonia convenciendo a algunos vecinos, pero especialmente a los descendientes de pueblos originarios, que su región debe permanecer impoluta.

Esta nueva forma de colonialismo “verde” apenas si puede ocultar su desprecio por la cultura existente en Patagonia y si reivindican a los pueblos originarios es básicamente porque estos le abren la puerta a la prohibición. El pool de empresas y ONGs evitan charlar con trabajadores de cualquier tipo que puedan retrucar sus argumentos de despoblamiento.

El task force siente debilidad por los pueblos originarios en la medida en que son pocos y pueden convencerlos de que deben reclamar millones de hectáreas como propias para un uso muy limitado que excluye prácticamente cualquier actividad. Tan es así que los propios pescadores y buzos artesanales de Aysén y Magallanes han manifestado que, siendo ellos descendientes de pueblos ancestrales, están en contra de limitar la actividad en su geografía tal como lo exigen los ecologistas.

Pero la discusión de fondo, si la hay, es la superioridad racial y moral de los grupos de millonarios y sus acólitos ante la población chilena y argentina que habita zonas extremas.

En su discurso se despliega una innegable llamado al orden que implica no vivir en la región para no contaminar.

Otra de las acciones que viene llevando adelante la Fundación Rewilding es comprar enormes extensiones de campos en Chile y la Argentina para después donarlas a los propios países con un manual de uso. Es decir, sólo son donadas si estas se convierten en parque nacionales que quedan bajo la esfera de poder de quienes la “regalan”. Los gobiernos locales asisten a este despojo de soberanía nacional con increíble parsimonia.

El ideario de la Fundación Rewilding, acompañada en esto fuertemente por Greenpeace y la empresa Patagonia Inc., es convertir gran parte del sur de Chile en un parque nacional intocable y además “proteger” el 90% de Magallanes.

Esto implica que en los próximos años Magallanes quedará aislada y no se podrán desarrollar la actividad pesquera artesanal e industrial, la salmonicultura, la recolección mediante buceo (ancestral si las hay), el turismo inclusive, el desarrollo del hidrógeno verde y demás.

Detrás de la prohibición en la Argentina de la construcción de una planta nuclear en Sierra Grande, de la ley anti salmonicultura en Tierra del Fuego, de la explotación minera en Chubut se encuentran los mismos millonarios y las mismas ONGs.

Los dueños de campos en Magallanes y Santa Cruz mantienen hoy mismo un polémica por el crecimiento desmedido de la población de guanacos. Se estima que en la provincia argentina hay unos 3,5 millones de ejemplares. Los ganaderos alegan que la presencia del animal en tales números deja poco espacio para la alimentación de sus ovejas que vienen descendiendo en número cada año.

Expertos de la Fundación Rewilding que han creador parques nacionales en esta provincia no tardaron en responder que la verdadera culpa de la crisis ganadera la tienen los propios habitantes del campo.

Entre tanto, días atrás el Consejo Agrario Provincial de la Provincia de Santa Cruz abrió la temporada de caza deportiva 2024 en Santa Cruz para espanto de ambientalistas y grupos de poder ecologistas extremos. El escaso control de la población de guanacos, pumas, zorros colorados, zorros grises, jabalíes, entre otros genera millonarias pérdidas en los campos y alienta la partida de la gente de campo a las ciudad. Otra idea fija de los ecologistas.

Sin embargo, las ONGs ya pusieron en marcha la maquina legal y en breve este tipo de control también podría caer. Gente de Santa Cruz explica a este cronista que están convencidos que Tompkins y su fortuna tienen vínculos con este movimiento.

Escrito por: Claudio Andrade