Con memoria y corazón… [Columna de Doris Sandoval]

12 de junio de 2021

Pertenezco a una generación -la del 80- jugada en tiempos, en que había todo que perder y nada que ganar, salvo la tan ansiada libertad y democracia para Chile y para cada una de nuestras vidas.

No había cargos que repartir, ni directorios de empresa a los que acomodar.

Guardo en mi corazón, ese aroma inefable de intensos días de la década del 80, cuando fuimos más coherentes y luminosas/os que nunca, cuando amábamos con tal claridad, que todo poseía una convicción, que dotaba de certeza todas las dimensiones de nuestro accionar, incluidos los/as hijos/as, los amores, los amigos, la poesía, la música: desde esa biografía clandestina y colectiva, que fuimos y construimos las gentes de izquierda, vivo hoy el término de un largo y agónico ciclo político de transición a la democracia.

Siempre entendimos que el bastión fundamental de la dictadura de Pinochet, era su constitución política. Que no bastaba con recuperar las instituciones básicas de funcionamiento del Estado, no menor por cierto: un congreso, elecciones libres, etc. Que era un imperativo ético, la verdad y la justicia, respecto de la violación de los derechos humanos, desde el golpe militar en adelante.

No contábamos con que todo aquello, se haría en la “medida de lo posible”; que la democracia por la que luchamos, conviviría insanamente durante largo tiempo, con el tutelaje dictatorial, con senadores designados, con un sistema binominal y con el ignominioso pacto de transición. La verdad y la justicia, también llegaron en la medida de lo posible…aquello constituye la deuda mayor de la transición pactada.

Así y todo, muchos y muchas jóvenes, formamos parte de equipos, entusiasmados en la recuperación de la vida democrática en los territorios, en los nuevos servicios públicos creados en los primeros años -el Sernam en mi caso entre ellos-; mientras y en paralelo, los patriarcas de la época asomaban, a una comprensión completamente distinta, a la esencia del proyecto político, que movilizó tantas vidas y esperanzas, y se disponían a desmantelar simbólica y eficazmente, la arquitectura  de dicho proyecto transformador.

En aras de la gobernabilidad, se sacrificaron principios y se transaron agendas. Hoy nuevamente se enarbola como un valor supremo, patrimonio de pocos/as.

Gobernabilidad, término y argumento que sirve para todo hoy, sobre todo para desacreditar cualquier asomo, de nuevas formas de gobernanza.

Cabe preguntarse genuinamente, ¿a quién ha servido la “gobernabilidad” ?: a los poderosos de siempre. A ellos ha traído certezas y estabilidad para la acumulación de su capital. ¿ha traído al pueblo sencillo y trabajador certezas? ¿Estabilidad? ¿Crecimiento y desarrollo de sus vidas?.

Ciertamente hoy asistimos a un momento histórico, colmado de esperanzas, gestado desde las profundas y enervantes desigualdades, que ha representado para el pueblo y los pueblos, un tránsito doloroso a través de las múltiples formas, en que se expresa en la vida cotidiana, la instalación y profundización de un modelo de crecimiento neoliberal, expresión de un modelo capitalista salvaje de apropiación y precarización de la vida.

Con memoria y corazón, nos disponemos a transitar esas bellas y grandes alamedas, en las que volveremos a abrazarnos emocionados/as, como lo hicimos en los 90 en la Plaza de la Victoria…allí en Avenida España entre Sarmiento y Croacia.

Escrito por: Doris Sandoval, presidenta regional ANEF.