Chet Baker o el delicado sonido del dios trompeta (Por Claudio Andrade)

8 de octubre de 2023

Verano de 1952, Los Angeles. Chet Baker se entera de que esa misma tarde Charlie Parker iba a tomar audiciones. Llega al lugar con algo de retraso. Lo sacan de entre la penumbra toca y se queda con el puesto. Tenía 22 años.
Ahora veamos el relato del propio Baker en una entrevista que, a principios de 1988, le dio en televisión al periodista Steve Malone.
“Fue por medio de Dick Bock. Creo que él le habló de mí a Bird y me mandó un cable avisándome de la prueba para trabajar con Bird trece semanas en el club Tiffany. Me presenté y después de estar unos minutos acostumbrándome a la penumbra, me percaté de que allí estaban todas las trompetas de Los Angeles: Jack Sheldon, los hermanos Candoli, todos… Bird acabó de tocar con uno de los trompetistas que hacía la prueba, cogió el micro y dijo: ¿Está ahí Chet Baker? Subí, tocamos juntos dos temas. Paró la audición, les dio las gracias a todos y dijo que me contrataba para este trabajo”. A Bird le quedaban tres años de vida.

En su autobiografía: “Como si tuviera alas. Las memorias perdidas de Chet Baker”, el músico recuerda con otros detalles el encuentro con Bird. “Un día de verano del 52 volví a casa y me encontré un telegrama bajo la puerta. Era de Dick Bock, creo recordar, y decía que Charlie Parker iba a realizar una audición para trompetistas, pues buscaba uno para unas cuantas fechas en diversos lugares de California. La audición iba a celebrase ese mismo día a la tres de la tarde en el Tiffany Club. Me apresuré todo lo que pude y llegué con un poco de retraso; desde afuera oí a Bird repasando un tema con algún trompetista. Al entrar en la penumbra del local adiviné a Bird en el escenario, volando en pleno blues. Me quedé sentado un par de minutos, mirando a mi alrededor. Reconocí a muchos trompetistas; había bastantes conocidos que de alguna manera se habían enterado de que Bird iba a estar allí. Vi que alguien se acercaba al escenario y le decía algo a Bird. Me sentí incómodo, mejor dicho muy nervioso, cuando preguntó al gentío si estaba yo en la sala y si estaba dispuesto a subir a tocar con él. Se había saltado a un montón de instrumentistas, algunos de los cuales tenían bastante más experiencia que yo y eran capaces de leer cualquier partitura.
Tocamos dos temas. El primero fue «The song is you» y luego hicimos un blues escrito por el propio Bird en clave de sol, que titulaba «Cerril». Por suerte, yo lo conocía. Después de Cerril anunció que la audición había terminado, dio las gracias a todos y dijo que me contrataba para la gira. Hicimos dos semanas en el Tiffany tocando con Scatman Crothers, aunque la verdad es que bien pudo ser Harry The Hipster, no recuerdo bien. En cualquier caso, era increíble estar en el escenario con Bird”.
Tal como escribió Quim Casas para “Co&Co”: “La maestría del revolucionario con la flexibilidad del aprendiz”.
A pesar de su vida apurada, de palos duros y hasta siniestros, Chet Baker permaneció bastante tiempo más. Fue a fuerza de desintoxicaciones y una voluntad firme que salió de sus momentos más difíciles.

Su vida fue un ciclo hecho de momentos, altas y bajas, que fueron construyendo una leyenda. A pesar de sí mismo alcanzaba la categoría genio.
En 1968 perdió la mandíbula como en una suerte de conclusión de años de vida entre excesos. Se especula que sus camellos le quisieron dar una eterna lección por no haberles pagado su dosis periódica de heroína. No es poco quitarle justo esa parte de su cuerpo a uno de los más brillantes trompetistas de todos los tiempos.
Pero con la mandíbula partida y todo, y después de un corto purgatorio en una estación de servicio donde debió trabajar para ganarse el pan mientras se recuperaba, volvió a los escenarios. Primero tímidamente, entre la desconfianza ajena y el propio temor a ya no ser.

Y, otra vez sobreponiéndose al dolor, elaboró un sonido nuevo. Un tesoro oculto escrito en las sombras. Su boca maltrecha creó matices de ensueño a partir de 1973.
Grabó en esta época en Estados Unidos. Alemania, Francia. Chet estaba de vuelta. El 13 de mayo de 1988, alguien o él mismo, lo lanzó por la ventana de un hotel en Amsterdam.
El sonido de Chet Baker no es estrictamente sensual aunque él fue un símbolo erótico durante su juventud. De la misma calaña que otro carilindo: James Dean.
Porque Chet era atractivo como una foto publcitaria. Su rostro: un elogio a la perfección. Hay una imagen de poster que lo retrata a sus gloriosos veintitantos abrazado a una morocha que mira a cámara con decepción.
Decía Chet de su forma de tocar la trompeta, su estilo: “Opto por el lado oscuro, un poco por debajo de la tonalidad, no llegando realmente al bemol, pero sí un poco bajo. Prefiero afinar ligeramente bajo y luego tocar en el tono”.
Chet sabía susurrar con la trompera, pero logrando un sonido puro y también con la voz.
Dejó una parva de grandes discos, muchos con su cuarteto y otros tantos con su quinteto. Hay un verdadero clásico llamado “Chet Baker en París” que contiene algunos de los mejores momentos del músico.
Las plataformas de música nos han regresado su obra en planos muy diversos. Baker dejó definitivamente Estados Unidos ya consagrado y se refugió en Europa donde tocó sin parar. De sus incursiones en vivo hay numerosas grabaciones.

En plataformas de cine se puede ver un film titulado “Born to be Blue”, dirigida por Robert Budreau, con Ethan Hawke que narra buena parte de su sinuosa existencia.

Otro trabajo cinematográfico es “Let’s Get Lost” escrita y dirigida por Bruce Weber.

José María Casalla en su libro “Jazz Moderno (Una guía definitiva)”, apuntó sencillamente de Chesney H. «Chet» Baker que el músico había “nacido en Yale, Oklahoma, el 23/12/1929. Y -además de su trompeta influida por Miles Davis- durante mucho tiempo atrajo al público femenino con su voz y su aspecto de galán tipo James Dean. Con problemas de drogas durante toda su vida, Baker llegó a sobresalir como un solista de sonido liviano y claro, y con frases de ideas simples y hermosas. Emigrado a Europa, murió en Amsterdam, Holanda, el 13/5/1988″. Eso es todo.
Pero Casalla cuenta lo esencial.

Escrito por: Claudio Andrade