Los meses que vienen debieran estar plasmados en compromisos concretos de una vez por todas para planificar de manera seria y responsable lo que se viene en los próximos años en términos productivos. La liviandad, en algunos casos, con la que se han manejado fundamentos básicos en directrices para la inversión y las pocas reglas claras para quienes están dispuestos a apostar económicamente en Magallanes, ha hecho que la incertidumbre vaya tapando como un manto las expectativas de la región.
Porque más allá de palabras bonitas y bien adornadas, lo único que le importa a la ciudadanía hoy por hoy son dos cosas: seguridad y estabilidad laboral. El resto, se ha ido difuminando en el tiempo, gracias también a malas prácticas de parte de la clase política y ambigüedades de autoridades puestas a dedo o para llenar el cupo de tal o cual partido, pero que de gestión y proposición poco han mostrado. Lo mismo ha sucedido con un Gobierno Regional que ha ido acomodando el discurso pero que aún no logra esa consistencia que permita confiar a través de ejemplos concretos o compromisos que entreguen líneas consistentes para avanzar hacia el futuro.
Tal como reza el dicho… “es más fácil destruir que construir”. Y claro que se destruyeron cosas en los últimos años producto de la ideología, la «permisología», y la tozudez y porfía de muchas y muchos que no han pensado en un bienestar general, si no más bien en cuestiones políticas y poco técnicas. Más fácil ha sido echar abajo, que intentar pensar y proyectar lo que se viene. De eso, por parte de quienes administran el Estado, poco y nada.
El gran ejemplo en nuestra región es la actividad de la pesca y la acuicultura. Donde incluso en algunos momentos ni siquiera existió el diálogo o la voluntad de hablar por parte de las autoridades. Mucho sueño y deseo con el hidrógeno, y poca resolutividad y realidad con lo que sí funciona y entrega trabajo.
Según los datos dados a conocer en los últimos días, Chile exportó salmón por 708.278 toneladas y los destinos más frecuentes de este producto fueron Estados Unidos, Brasil y Japón. Lo anterior, le da al salmón chileno un alcance geográfico diverso que incluye a América del Norte, América del Sur y Asia. Números que entregan información relevante a la hora del análisis y de cómo se debe mirar y proyectar lo que se viene.
Por lo mismo, el 2025 entre candidaturas presidenciales, parlamentarias, y planificaciones políticas, debe ser el año donde se asuman compromisos y se trabaje con altura de miras para lo que viene. Es momento de poner fin a ideas acaloradas, entregando espacios abiertos en términos judiciales a organizaciones gubernamentales que ni siquiera se saben de dónde vienen sus financiamientos. Cuestión que debiera estar reguladas hace muchísimo tiempo, y que tendría también que quedar zanjado durante este 2025.
Debe ser el año de los compromisos, de las certezas, de los acuerdos para avanzar con prestancia local, y con identidad. Porque deben ser quienes viven en los territorios los que decidan por dónde y de qué manera seguir. Con transparencia, con seguridades, y con normas claras que fomenten la productividad económica de una región que tiene todo para poder fortalecer todas sus características que la hacen única. Y asimismo, despabilarse, y en conjunto construir anchos caminos para volver a encontrarse en el resurgimiento económico que tanto se anhela.